¿Qué es el arte plumario? Es toda aquella obra elaborada con plumas de aves preciosas, de acuerdo a las técnicas milenarias desarrolladas por las culturas nativas del continente. Todos los pueblos de América, desde el Amazonas hasta Alaska y pasando por Mesoamérica, han utilizado las plumas de las distintas aves que habitaron sus respectivas regiones para confeccionar piezas de vestuario. En todos los casos, los tocados confeccionados con arte plumario daban testimonio del rango y la dignidad del portador.
Para los mexica y los mayas, los increíbles tocados elaborados con plumas de Quetzal y entretejidos con oro y piedras de jade, se designaban solo para los más altos cargos, como símbolo de su responsabilidad con el pueblo y con los dioses.
Para los pueblos nativos del actual México, muchas aves eran sagradas: las águilas, los quetzales, los colibríes y las guacamayas, pues estaban asociadas a los principales dioses como Quetzalcoatl, Huitzilopochtli -para los mexica-, o Kukulcán y Kinich Ahau -para los mayas-.
Por citar un ejemplo, Huitzilopochtli fue concebido por su madre Coatlicue a través de una bolita de plumas de colibrí que cayó del cielo y que ella guardó en una bolsa junto a su vientre. Es precisamente la historia de Coatlicue la que nos cuenta el carácter sagrado de las plumas, las cuales los pueblos prehispánicos ofrendaban a los dioses y que también formaban parte importante del tributo de los pueblos vasallos, pues eran consideradas un artículo de lujo.
El arte plumario tuvo su esplendor en el imperio mexica hacia el reinado del tlatoani Ahuitzotl entre los años 1486 y 1502, época en la que se llevó a cabo la producción a gran escala de prendas con esta técnica, para distinguir a las clases altas de las clases bajas.
A los artesanos de este grandioso arte se les llamaba amantecas pues provenían del barrio de Amatlán, en la capital tenochca, lugar donde se concentraban los más grandes exponentes y se podía aprender de ellos.
Eran los amantecas los encargados de bordar los trajes del ejército y la nobleza, quienes seguramente gustaban de los diseños más refinados y con las plumas más elegantes que se pudieran encontrar, de colores brillantes y engarzadas con oro y plata ¿te imaginas?.
Durante los inicios de la colonia en el s XVI, los españoles no veían fin a su asombro por la destreza de los amantecas, quienes podían elaborar con plumas diversos accesorios como huipiles, ropa, brazaletes, adornos para el cabello, abanicos, escudos y todo lo que te puedas imaginar.
Nos cuenta Fray Bernardino de Sahagún que en el mundo prehispánico había dos técnicas de arte plumario: la del mosaico pegado y la del trabajo enlazado.
Fue tan bien aceptado entre los españoles este arte que los misioneros franciscanos y agustinos decidieron mantenerlo vivo, solicitando a los amantecas nuevas piezas pero con motivos de la religión católica, claro que con la intención de facilitar la conversión. Así fue como cristos, vírgenes y santos tomaron el lugar de los dioses en los trabajos de plumas.
Algunos de estos trabajos con motivos religiosos se enviaron a Europa y actualmente se encuentran en galerías y museos particulares.
Antes de la llegada de los europeos, el arte plumario en mosaico se practicaba sobre las pencas de maguey, que brindan el soporte necesario, pero con con la colonización estas se sustituyeron por láminas de cobre.
Sin embargo, poco a poco este arte fue a menos hasta que desapareció casi por completo debido a la depredación de las aves preciosas. Posteriormente, para el siglo XX, se optó por utilizar plumas teñidas de aves comunes, como gallinas, guajolotes y codornices y de algunas aves con plumajes más coloridos como canarios, pavorreales, periquitos australianos, patos y pericos.
Si tienes ganas de apreciar algunos de estos trabajos en mosaico, puedes visitar el Museo Soumaya, el Franz Mayer; el Museo Guadalupe, en Zacatecas, y el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, Estado de México, en el que puedes encontrar cuatro interesantes trabajos con plumas: la Virgen de la Salud, el manto de Zinacantepec (vídeo), San Juan Bautista y el Cristo Pantocrátor (imagen), obra máxima de arte virreinal.
En el Museo Nacional de Antropología vas a poder apreciar la réplica del famoso “penacho de Moctezuma”, exacta del original que se encuentra en Austria.