Si hay una celebración subversiva durante el año, es el Carnaval. Una fiesta en la que las costumbres se relajan, los roles se invierten y uno puede reírse prácticamente de todo lo que le venga en gana. Y si hay una provincia española donde se celebren los carnavales de una forma genuina, esa es Ourense. Se podrá llamar Entroido, Antroido o Introido: el nombre es lo de menos, lo importante es cómo esta nos conecta con lo ancestral y mágico de la tradición del Carnaval.

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Desde, por lo menos, la Edad Media hasta hoy, el Carnaval son días de suspensión de los controles sociales, en los que sobresale el culto a la comida, a la bebida y al sexo.

Lo más probable es que fuese recogiendo elementos de otras fiestas: de fiestas romanas como los Saturnales (en las que había danzas y enmascaramientos), o Lupercales con sus máscaras zoomórficas, o de fiestas celtas como el Imbolc. Puede que también haya una herencia de los ritos ancestrales de fertilidad y de expulsión de los espíritus malignos…

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Y aunque algunos desfiles den idea de “orden”...

En la fotografía, los “Cigarrons de Verín” (según la leyenda, suerte de cobradores de impuestos) recorren las ciudad con sus coloridos y pesados trajes de hasta 20 kilos, sus máscaras de madera, sus chocas alrededor de la cintura y su fusta.

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Lo cierto es que en el Carnaval, el orden se relaja.

Estas fiestas tienen como objetivo igualarnos a todos, eliminar tensiones, liberar energía (sobre todo negativa) y reforzar los lazos comunitarios. La imagen fue tomada durante el “Luns Borralleiro” en Laza. En este día en particular se suceden guerras de trapos empapados en barro, la bajada de “la Morena” (hombre transfigurado en vaca), temporales de harina (que cubren de blanco a personas y edificios, cosas de la purificación, supongo) y lanzamientos de hormigas acompañadas de tierra y vinagre, recogidas del campo y enfurecidas para lograr el objetivo de picar a quien sea su acompañante durante algún momento de la fiesta. Cuestión de suerte y prevención. Hormiga con gusto no pica dirán los menos afortunados que descubren hormigas bajo sus ropas.

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La tradición de los Entroidos continuó incluso durante la prohibición del franquismo.

Se ve que al caudillo no le gustaba tanto cachondeo, tanta incitación al gozo carnal y tanto reírse de la autoridad...

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Las distinciones sociales convencionales dejan de contar en esta época, pero no por eso desaparecen ciertos personajes especiales...

En la imagen, las pantallas de Xinzo de Limia: son personajes con máscaras (quizá inspiradas en demonios para espantar a los ladrones) y un par de vejigas hinchadas, que golpean para imponer su ley.

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¡Hasta en los alimentos se encuentran personajes ancestrales del carnaval!

Un pastel o Bica con forma de “los Cigarrons de Verín”.

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El misterio creado por las máscaras sigue gozando de gran popularidad.

Máscaras que han servido en todas las culturas ancestrales para invocar a seres superiores. Máscaras que poseen poderes mágicos: que, como mínimo, nos ocultan y nos liberan al mismo tiempo.

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Los días se llenan de color, en las calles, en los trajes, en las máscaras… La primavera está al caer y con ella la explosión de la vida.

En la imagen, los “Peliqueiros” en Laza. Son personajes similares al Cigarrón, pero de orígenes inciertos; lo que sí se conoce es el nombre, debido a la parte de piel que lleva detrás la máscara.

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Y las noches... arden.

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Es momento de olvidar las penas, disfrutar y no pensar en nada más que en el goce. Cuanto más, mejor.


Nota: Las imágenes fueron tomadas en Verín, Laza y Xinzo de Limia, el triángulo mágico del entroido ourensano. Texto e imágenes pertenecen al autor, Rodolfo Contreras.