Photo: Daniel M Ernst/Shutterstock

Mini guía para no quedarte de a 6 ante las expresiones mexicanas que tienen números

México
by Ana Elba Alfani Cazarin 9 Jun 2017

Se te acabó el veinte.

Lo usamos para comunicar que ya nos hartamos de un comportamiento tuyo. Si se te acabó el veinte, olvídate de seguir maltratándonos o abusando de nuestra bondad…

La expresión viene de aquellos tiempos en los que una moneda de veinte centavos servía para pagar una llamada en una cabina telefónica o el costo de un boleto para un espectáculo en una carpa de teatro ambulante. Se terminaba el show y tenías que salir. Si querías repetir… tenías que pagar otro veinte.

Estuvo dos tres.

Pues algo así como que no estuvo ni bien ni mal, sino todo lo contrario… Tú me entiendes.

Uno no es ninguno.

En realidad el dicho es así: Uno no es ninguno. Dos son la mitad. Tres son uno. Y como uno no es ninguno, volvemos a empezar. Se refiere a cuando se ingiere bebidas alcohólicas y también comida (aunque a veces también a relaciones sentimentales). En el primer caso, el efecto que te provoca solo un vaso de alguna bebida espirituosa es equiparable a no haber tomado nada. Por eso dicen que uno no es ninguno, para así animar a alguien a que tome otra o bien para decir que bebió muy poco.

Me anda del uno o del dos.

Muy recurrido cuando nos urge llegar a un baño… Por generaciones se ha buscado la manera de que los niños expresen sus necesidades fisiológicas en público sin maltratar el delicado oído de las abuelas, quienes, por ello, inventaron aquello de que a la acción de orinar correspondía el número uno y la de evacuar al número dos.

Me cayó el veinte.

¡Ooohhhh, ahora lo entiendo todo!
La leyenda urbana de esta popular frase dice que se origina en las cabinas de teléfono mexicanas, que años atrás empezaban a funcionar con monedas de veinte centavos. Cuando la moneda era tragada por la máquina se podía establecer contacto con la persona que se encontraba al otro lado del hilo telefónico; estableciéndose la relación con el significado actual de la expresión, que no es otro que “abrir los ojos” o “darnos cuenta de algo”.

Salió con su domingo siete.

En México se usa esta expresión para decir que una chica quedado embarazada por descuido y también para enfatizar que alguien ha hecho una tontería o algo fuera de lugar o ha dicho un comentario inapropiado. Se dice que este dicho llegó a América en la época de la colonia, basado en una antigua leyenda europea: en un bosque, un grupo de duendes se encontraba danzando y cantando, en sus versos recitaban armoniosamente: lunes uno, martes dos, miércoles tres, jueves cuatro, viernes cinco, sábado seis- y así, una y otra vez, lo que estas pequeñas y mágicas criaturas no sabían era que, oculta entre los arbustos, una joven los espiaba.

Mientras entonaban su repetida estrofa, la mujer, sintiendo que algo faltaba en la canción, no puedo evitar exclamar ¡y domingo siete!, descubriéndose así ante estos. En castigo a la indiscreción de la joven, los duendes esparcieron un hechizo sobre ella, el cual la dejó embarazada.

No traigo ni un quinto.

Más claro ni el agua: nuestro estado de cuenta es cero pesos con cero centavos. El quinto era una moneda de cinco centavos, de uso común todavía en la primera mitad del siglo XX; no traer ni un quinto es significado de estar muy pero muy pobre.
Otro uso en nuestro lenguaje del dichoso quinto era para comunicar de una forma lepera que una persona todavía era virgen.

No le busques tres pies al gato sabiendo que tiene cuatro.

Muy usado en todo el territorio mexicano para indicar que no debe uno complicar lo sencillo ni intentar probar lo imposible. En el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas, que fue publicado en 1627 el dicho original era : “Buscarle cinco pies al gato”.

Fue Don Miguel de Cervantes y Saavedra quien reinventa el refrán en su obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha haciéndolo decir “no ande buscando tres pies al gato”. Es muy probable que Cervantes conociera el refrán original, pero decidió hacer una broma lingüística.

La tercera es la vencida.

Si no sale algo bien a la primera lo intentamos una segunda y, si aún resulta difícil, a la tercera seguro que sale perfecto… o por lo menos mejor. Además si no queda, siempre podemos decir NO HAY QUINTO MALO. Esta célebre frase viene de la jerga taurina y se refiere a la creencia de que el quinto toro de la tarde era el mejor.

Cuenta hasta diez.

Alude a una famosa campaña de los años ochenta para acabar con la ira y sus efectos nefastos. Si estás enojado, antes de golpear o gritar, cuenta hasta 10 y respira. De esa manera tendrás tiempo de pensar mejor y podrás frenar la intención de hacer algo negativo ante una situación que te resulta desesperada…. Como darle un coscorrón a un chiquillo latoso que no deja de dar guerra.

Estará listo en un dos por tres.

Que estará rapidísimo. Aunque eso no quiere decir necesariamente que la acción esté bien realizada, pero lista en un momento, eso seguro que sí.

Te quiero mil.

Esta expresión no tiene más de una década y es muy popular entre la juventud mexicana, sobre todo entre los chavos con una cultura de televisión de novelas juveniles, donde chicos y chicas fresas utilizan frases de este estilo para expresar cariño o desdén. Va de la mano con cero que ver, cuyo significado es que estas equivocado en tu percepción sobre un hecho, acción o persona.

La visita de las siete casas.

El Jueves Santo se acostumbra visitar al Santísimo en siete templos diferentes. Y en general se usa esta expresión cuando queremos decir que anduvimos haciendo visitas todo el día, que fue un día pesado y que hemos acabado cansadísimos.

¡Qué (cualquier acción que se te ocurra) ni que ocho cuartos!

Para Arturo Ortega Morán (Cápsulas de la lengua) esta frase tiene su origen en “una antigua fórmula coloquial para enfatizar un desacuerdo o desprecio por algo, que en origen fue “que … ni qué nada”, donde ese nada lleva una carga de menosprecio”.
Al paso del tiempo, el “nada” se ha sustituido por otras palabras o expresiones de desdén. El “qué … ni qué ocho cuartos”, hace referencia a la moneda de ocho cuartos, en tiempos en que, por su bajo valor adquisitivo, era despreciable.

Me siento dos dos.

Cuando no nos sentimos muy bien de salud o andamos deprimidones, tristes y meditabundos, sea cual sea el motivo.

Le pusieron un cuatro.

Lo decimos cuando creemos que a alguien le han puesto una trampa. Se piensa que el origen de esta frase se debe a las trampas de los cazadores de libres o especies pequeñas, quienes ponían una piedra sostenida con tres palos y ataban un lazo a uno de ellos. Cuando la presa se acercaba para comer el señuelo puesto, jalaban del cordel y la piedra caía, atrapando al animal.

Me la pasé de diez.

Que lo hemos pasado de lujo, que todo estuvo tan bien que hasta una calificación se merece.

Agarró su segundo aire.

Sobre todo lo usamos cuando alguien luce rejuvenecido, lleno de vida, feliz y contento.

Me quedé de a seis.

Cuando queremos decir que nos hemos quedado estupefactos ante una noticia o también que cuando no entendimos nada de algo que nos han platicado. No pude averiguar cómo se originó, ¿alguno de ustedes lo sabe?

No dar ni tres pesos por…

Puede que este dicho se haya empezado a utilizar durante la revolución mexicana, en los inicios del siglo XX. Sucede que, después del asesinato de presidente Francisco I. Madero y la llegada de traidor Victoriano Huerta al poder, el nuevo presidente pidió a los bancos entregar el metal que poseían y que emitieran billetes de manera exagerada para financiar su gobierno.

Estos excesos en la oferta monetaria generaron inflación y la situación económica terminó por hacer colapsar al ya debilitado sistema bancario mexicano. Y como los bancos no tenían un respaldo del valor de ese papel, la gente empezó a rechazar su uso para transacciones y surgió la “moneda de conveniencia”. Esta moneda consistía en piezas de metal y billetes que autoridades locales, militares y comerciantes acuñaron y emitieron con el fin de realizar sus transacciones.

Venustiano Carranza, ya siendo el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, autorizó a los demás caudillos a crear sus propios bonos, billetes y vales para financiar la lucha armada. ¿El problema? Que los billetes tenían valor mientras los ejércitos de los caudillos andaban en la localidad y después no, porque llegaba otro con distinta moneda.
Cuando uno dice que no da ni tres pesos por algo o, peor aún, por alguien, ya se imaginan el poco valor que nos merece como persona…