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10 cosas que tienes que saber sobre la fascinante danza de los voladores

México
by Ana Elba Alfani Cazarin 13 Dec 2017

Cinco hombres se suben a un enorme poste de madera; cuatro de ellos se amarran con una cuerda y, ya en la cima, se lanzan al vacío haciendo giros alrededor de este mientras el quinto toca un tambor y una flauta, sentado en la parte más alta. ¿Crees que solo se trata de un ejemplo de valentía extrema? Aquí te cuento todo lo que necesitas saber sobre los voladores de Papantla.

Fue nombrada, en 2009, Patrimonio Intangible de la Humanidad (UNESCO). La ceremonia de los voladores es una notable danza de fertilidad, que exhibe profundas raíces prehispánicas. Samuel Martí, en su libro Canto, danza y música precortesiana, sostiene que esta ceremonia de fertilidad pudo ser disfrazada de juego para conservarla y burlar a los inquisidores cristianos; agregando que es una de las danzas más antiguas que se conocen. En la actualidad se practica en comunidades indígenas durante festividades patronales y desde algunas décadas también como entretenimiento para los turistas.

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Si has tenido oportunidad de ver a los voladores en México o en sus múltiples presentaciones alrededor del mundo, se los suele llamar “voladores de Papantla”; esto es debido a su importante presencia en el norte del estado de Veracruz, en la denominada región cultural Totonaca, en el municipio de Papantla y sus cercanías, donde se tiene registrado como su lugar de más arraigo y de mayor número de ejecutantes. Lo cierto es que también se presenta de manera importante en varias partes del país y en Sudamérica
La danza de los voladores, como se le conoce en la costa del Golfo, recibe los siguientes nombres, según la región en que se practica:

  • Totonaca, en Veracruz y Puebla: Kogsni (Volador)
  • Teenek, en San Luis Potosi: Bixom T´iiw (Danza de los Gavilanes)
  • Nahua, de hidalgo y puebla : Cuauhpatlanque (Los que vuelan con la ayuda de un mástil)
  • Ñañhú, en Puebla: Ratakxöni (Los que vuelan)
  • Mayas Kichés, en Guatemala: Ajxijoj Kiktzoykib´ Pwi´che (Danza del Mono)
  • Pipiles, en Nicaragua: Comelagatoazte.(Danza al Dios del Cacao)

En la danza de los voladores se involucra a los cuatro rumbos del universo y se le pide la fertilidad a la Madre Tierra. De acuerdo a la cosmovisión totonaca, el cielo es el dios cuya esencia es el fuego y la tierra, es una diosa. La conjunción de ambos da la vida.
Esta ceremonia, que se mantiene vigente desde el año 600 a. C y consta de varias etapas:

  1. Preparación física y espiritual de los participantes,
  2. Confección del atuendo,
  3. Selección y corte del árbol,
  4. Arrastre y levantamiento del palo,
  5. La danza en tierra y el vuelo en lo alto del palo.

En algunas etapas se realizan ofrendas a las deidades y se les solicita su perdón, pues los diversos grupos indígenas que la practican, dicen que los seres humanos no somos dueños de la naturaleza sino parte de ella y, por lo tanto, esta convivencia debe regirse por el respeto y la armonía.

El nombre científico del palo volador es Zuelania guidonia. Es una parte emblemática del ritual ya que, para elegirlo, los hombres de más edad se adentran en el monte donde se hacen ofrendas al Kiwikgolo o Señor del Monte, pidiendo su permiso para talarlo, una vez elegido. Debe hacerse, además, una danza en torno al árbol, inclinando el cuerpo en forma de reverencia y tocando un son llamado del perdón, señalando hacia los cuatro puntos cardinales, arrojando buches de aguardiente.
El camino por donde va a pasar el árbol una vez talado se limpia previamente, en señal de reverencia, además de que así también se evita dañar la estructura. Cuando ya se encuentra en el suelo se le quitan las ramas y follaje.
Debe de transportarse jalado por los hombres, (que pueden llegar hasta 100) desde el monte hasta el centro de la población donde será puesto, empleando pequeños troncos a manera de rodillos, por donde se desliza.
La altura varía de un palo a otro: entre 25 y 35 metros, dependiendo el lugar de donde se haya traído.

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Como en todo buen ritual, existen reglas que deben ser cumplidas al pie de la letra: está prohibido pasar por encima del tronco o que las mujeres estén presentes o toquen el árbol, ya que podría ser un augurio de mala suerte para los voladores. Al llegar al lugar donde se pondrá el árbol de nuevo en pie, debe de tejérsele alrededor una escalera de liana o soga que permita llegar a la punta.
Antes de “pararlo”, debe excavarse un pozo profundo, a donde se hará una ofrenda, donde se deberán poner una gallina viva, tabaco, enchiladas y tamales, rociados de flores y aguardiente que en conjunto sirven para que el árbol no reclame la vida de los danzantes.
Ya “sembrado” nuevamente, el palo de volador se equipa: en su punta se pone la manzana o el tecomate, aparato giratorio que es el punto apoyo y equilibrio de los danzantes; el cuadro o bastidor, en donde se apoyan los voladores que se lanzarán al vacío, sujetos únicamente por los “cables” de lazo amarrado y enrollados al árbol.

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El traje actual de los voladores de la Costa del Golfo (Veracruz), es el resultado del mestizaje dado con la conquista, pero se sabe en la época prehispánica los voladores cubrían su cuerpo de plumas, portando incluso alas realizadas con carrizo y cubiertas de plumas también.

Hoy día, dicho atuendo consta de camisa y pantalón blanco, un pantalón rojo llamado calzonera, cruzados y colgantes, pañuelos bordados que se ponen en la cabeza y el cuello, penacho y botines negros.

Lo que la mayoría de la gente ha visto es, en realidad, la parte final de ritual. Cuando los voladores se dirigen al palo, siguiendo a su caporal, que lleva un pequeño tambor y una flauta, y los encabeza tocando un son. Ya frente al árbol realizan la llamada danza de piso, con una serie de giros a su alrededor.
Los cuatro voladores suben entonces hasta llegar a la punta, colocándose en cada extremo para equilibrar el peso en el cuadro. Al final sube el caporal, quien se ubica de pie sobre la manzana, y realiza ceremonia donde saluda a los cuatro puntos cardinales, bailando rítmicamente, zapateando y tocando su tambor y flauta. Al terminar se sienta sin dejar de tocar sus instrumentos.
Cuando el caporal termina esta ceremonia, sigue interpretando un son que indica a los voladores que el momento de volar se acerca. Estos ya están preparados, amarrados con una soga a la cintura y en perfecta coordinación, inician el descenso arrojándose de espaldas hacia el vacío.
Extendiendo sus brazos como las alas de un ave en pleno vuelo, al ir descendiendo, realizan 13 giros cada uno, que entre los cuatro , deben de sumar un total 52 vueltas, que simbolizan los años del ciclo del fuego nuevo , conocido también como el calendario mesoamericano.
Cuando se aproximan al suelo, los voladores se incorporan para poder aterrizar con los pies. Ya bien plantados en el suelo, se encargan de equilibrar el bastidor al sujetar muy fuerte las cuerdas, para permitir que el caporal baje, sano y salvo.

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La preparación de un volador no es obra de la valentía o la casualidad, ya que no cualquiera es elegido para serlo. Debe de tener “el don”; generalmente son iniciados desde la infancia y tienen que seguir ciertas reglas que deberán respetar durante el tiempo que practiquen esta singular actividad, entre las que sobresale la abstinencia sexual y alcohólica, y presentarse de buen humor, respetando a su caporal y a sus compañeros.
En cada región donde se practica acuden niños desde los 4 años de edad a honrar el culto a la danza de las aves. En el caso de la Escuela de Voladores de Papantla, Veracruz, los maestros voladores les ayudan a descubrir su don. Además de enseñarles a volar, les enseñan a hablar totonaco, la cosmovisión totonaca y el valor espiritual del ritual y los sones que en él se tocan; de esta forma, se aseguran que la tradición pase íntegramente a las nuevas generaciones.

La bibliografía sobre la danza de los voladores no es extensa, por lo tanto no incluye referencias a la presencia de las mujeres que llevaran a cabo el ritual y la danza en la antigüedad. Además de que se sabe que les está prohibido hasta nuestros días estar presentes en la ceremonia de corte y arrastre del palo de volador. Es por ello que la participación de las mujeres en la danza de los voladores supone un desafío a la tradición, ya que los usos y costumbres no lo permiten.
Pero en algunos poblados como Cuetzalan en Puebla y en Zozocolco de Hidalgo en Veracruz, sí hay mujeres que tras pasar sendos ritos de paso y haber demostrado no solo valentía, sino poseer el don para volar, que se preparan y se presentan no solo en sus comunidades, sino en otros foros nacionales y hasta internacionales. Deben de cumplir con ciertas reglas, al igual que los hombres: abstinencia sexual, además no deben de estar casadas o juntadas ni tener hijos.
Estas mujeres, crecieron en familias de voladores, como fue el caso de las 4 hijas del caporal Jorge Baltasar, de Cuetzalan. Ellas fueron las primeras voladoras y es su ejemplo, el que abrió la brecha, que ha dado paso a un grupo llamado las Guerreras del sol que, aunque tienen un caporal varón, el grupo es femenino.

El maestro Don Alejandrino García, volador y danzante retirado debido a una caída que lo dejó en silla de ruedas, me contó alguna vez esta leyenda:

“Hace muchos años, una fuerte sequía en la zona del Totonacapan, causó desgracias entre los pueblos de la región, porque murieron las plantas y los animales, y con ellos, gran parte su población.
Cinco hombres entonces decidieron enviar un mensaje a Xipe Totec, dios de fertilidad, de modo que las lluvias volvieran de nuevo. Fueron al monte y buscaron el árbol, el más grande y más derecho posible. Cuando lo encontraron, permanecieron con él toda la noche, ayunando y rogando para que el espíritu del árbol los ayude en su búsqueda.
El día siguiente, bendijeron el árbol, lo cortaron y lo trajeron al pueblo. Entonces eliminaron el árbol de sus hojas y sus ramas, y lo establecieron sobre un lugar que bendijeron con ofrendas. Los hombres se pusieron plumas sobre sus cuerpos de modo que se parecieran a los pájaros, con la esperanza de llamar la atención de dios.
Cinco voladores iniciaron el ascenso al Palo Volador, la flauta y el tambor sonaron, invocaban a los cuatro puntos cardinales, mientras ellos giraban en su danza de descenso, el cuadro y los mecates se desprendieron del Palo Volador y los danzantes se perdieron en el firmamento prolongando su danza rumbo al Sol.
Todos en el pueblo quedaron desconcertados y se reunieron alrededor del Palo Volador para ver qué hacer, un hombre mayor propuso derribarlo pues se creía que los hombres nunca volverían, así lo hicieron.
Cuatro días después se escuchó la flauta fusionada con el sonido del tambor y los hombres aparecieron en el horizonte, pero al ver que ya no había lugar dónde asirse continuaron su danzando a través del cielo para no volver a descender jamás.”