Cuando hablamos de magia, casi siempre nos vienen a la mente los sombreros puntiagudos de los cuentos, o los hechiceros y las brujas de la antigua Europa. Pero no solo en aquel rincón del mundo se hacían encantamientos. Mientras que los reyes en Europa tenían a sus magos, en esta tierra Motecuhzoma ordenaba buscar a los más poderosos de sus dominios para que le predijeran el futuro. Esta es la historia de los hechiceros que un día decidieron usar su poder para engañar a su gobernante.
Antes de la llegada de los españoles al actual territorio mexicano, se dieron en Tenochtitlan presagios funestos de la catástrofe que se avecinaba. Un cometa de dos colas, un rayo silencioso que golpeó el templo de Tláloc, la aparición de la chocacíhuatl gritando «¡Ay, mis hijos!» y un ave que fue encontrada en el lago, con cabeza de espejo que en su interior mostraba unos hombres blancos, y que el mismo Motecuhzoma pudo ver.
Es por ello que, ante semejantes visiones, el Huey Tlatoani ordenó buscar a los mejores hechiceros para que le contaran lo que estaba por venir.
Los mensajeros que venían desde la costas totonacas trajeron la noticia de unas casas que flotaban en el agua (barcos) y Motecuhzoma debió sentir mucha incertidumbre, pues nunca se había visto ni oído algo así. ¿Qué eran?, ¿De dónde venían?, ¿Eran hombres?, ¿Venían del cielo, mar o de debajo de la tierra? ¿Qué querían?
Los mexica siempre creyeron que Quetzalcóatl era un ser mítico que volvería alguna vez. Y para mala suerte de Motecuhzoma, Cortés llegó con su flota exactamente el día en que Topiltzin Quetzalcoatl se había ido, lo que se interpretó como una señal del cumplimiento de la promesa de Quetzalcoatl…
Según la “Crónica mexicana” de Alvarado Tezozomoc, Motecuhzoma le pidió a Petlacalcatl, su consejero, que llamase a todos los mayordomos de todos los pueblos. La orden para los mayordomos fue que buscaran hechiceros en sus pueblos y los llevaran ante él.
Cuando los tuvo hincados a sus pies, Motecuhzoma les preguntó: “¿Han visto algunas cosas en los cielos o en la tierra, en las cuevas, en los lagos de agua honda, o en los ojos, puentes o manantiales de agua? ¿Algunas voces, como de mujer dolorida, o de hombres visiones, fantasmas u otras cosas de estas?”.
Como no habían visto las cosas que describía, Motecuhzoma le ordenó a Petlacalcatl: “Lleva a estos insolentes y enciérralos en la cárcel de Coacalco, de maderones, que ellos lo dirán, aunque no quieran”. Otro día llamó a Petlacálcatl, y le dijo:
“Hazle saber a esos encantadores que declaren alguna cosa, si vendrá enfermedad, pestilencia, hambre, langosta, terremotos de agua o secura de año. Si lloverá o no, que lo digan. O si habrá guerra contra los mexicanos, o si vendrán muertes súbitas, o muertes por animales venidos, que no me lo oculten. O si han oído llorar a Cihuacóatl (la llorona), tan nombrada en el mundo, que cuando ha de suceder algo, lo interpreta ella primero, aún mucho antes de que suceda”.
Respondieron los hechiceros:
“¿Qué podemos decir? Que ya está dicho y tratado en el cielo lo que será, porque ya se nombró su nombre en el cielo, y lo que se trató de Motecuhzoma, que sobre él y ante él ha de suceder y pasar un misterio muy grande. Y si de esto quiere nuestro señor Motecuhzoma saber es tan poco, que luego será ello entendido, porque a quien se mandó presto vendrá, y esto es lo que decimos nosotros, para que esté satisfecho; y pues ello ha de ser así, aguárdelo”.
Fue luego Petlacalcatl y se lo contó de plano a Motecuhzoma. Motecuhzoma se admiró de ver que conformaba esto con lo que le dejó dicho Nezahualpilli rey (de Tetzcoco, hijo de Nezahualcóyotl). Entonces le dijo Motecuhzoma al mayordomo:
“Pregúntales de dónde ha de venir esto que habrá de suceder. Si del cielo o de la tierra, de qué parte, de qué lugar y que cuándo será”.
Volvió Petlacálcatl a ratificar la pregunta a los encantadores y, entrando y abriendo las puertas, no halló a persona alguna y quedó muy espantado. Fue luego a contárselo a Motecuhzoma y, llegado ante él, le dijo:
“Señor mío, hazme tajadas, o lo que más quieras para ser servido. Ten por sabido, señor, que cuando llegué y abrí las puertas, estaba todo vacío y que uno ni ninguno aparecía. Pues yo también tengo especial cuenta, porque tengo allí viejos con la misma guarda de ellos y de otros y no los sintieron salir. Creo que volaron, como son invisibles, y se hacen todas las noches invisibles, y se van en un punto al cabo del mundo”.
Motecuhzoma conocía bien los poderes de los hechiceros y nahuales y solo se dispuso a amedrentar a las familias de estos. Pero de ellos no volvió a saber nunca nada…
Se dice que de aquellos hechiceros no se supo más nada, que tal vez tenían el don de convertirse en nahuales y transformarse en animales, y por ello les fue sencillo huir de la prisión. Los hechiceros y nahuales eran de lo más común entre el pueblo, seres con grandes poderes que eran capaces de controlar desde animales hasta el clima.
¿Aún existen estos hechiceros? Si acudes a algún pueblito mexicano, seguramente te dirán que sí, que jamás se han ido y que siguen entre nosotros, ocultos, trabajando por las noches en sus cosas de encantamientos. ¿Tú conoces a alguno?