Photo: Galicia Sustentable

La historia detrás de los 9 palacios más impresionantes de la Ciudad de México

Ciudad de México
by Kiev M. 16 Aug 2018

1. Palacio de Bellas Artes

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Aunque el palacio de Bellas Artes no tiene la antigüedad de otras construcciones coloniales del Centro Histórico, no deja de ser un emblema de la capital tanto por su belleza como por su historia. Comenzó a construirse en 1904 a petición del ex presidente, Porfirio Díaz. El diseño fue autoría del arquitecto italiano Adamo Boari, quien no pudo concluirlo debido al estallido de la revolución mexicana.

La obra se retomó al finalizar la revolución, no obstante, ya no sería Boari quién la terminaría sino el arquitecto mexicano Federico Mariscal. Mariscal enriqueció la idea original dotándola de elementos decorativos y simbólicos alusivos a la cultura, flora y fauna de México. En el vestíbulo se pueden apreciar reproducciones de mascarones mayas representando a Chaac, dios de la lluvia.

Otros detalles notables en la decoración del palacio son las cabezas de guerreros águila, serpientes y coyotes. La herrería de sus portones y ventanales reproduce la flora mexicana y las esculturas que flanquean la entrada principal fueron creadas por diferentes artistas europeos e importadas ex profeso para la obra.
En su construcción se utilizó mármol de Carrara, onix, cobre y cerámica. Los pegasos que se encuentran en la explanada originalmente decoraban la antigua plaza del Zócalo.

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No podemos dejar de mencionar el hermoso telón Tiffany de la sala de conciertos compuesto por más de un millón de cristales que dibujan el paisaje de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. La sala de conciertos del Palacio de Bellas Artes es la única en el mundo con un telón de cristal.

La gran belleza del palacio es un imán que atrae la mirada de propios y extraños, pero también nos recuerda el México negado por la élite porfirista a principios del siglo XX, cuando se abogaba por el afrancesamiento de las costumbres y tradiciones mexicanas bajo la premisa de la modernidad y el “buen gusto”.

2. Palacio de Minería

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La obra de Manuel Tolsá no se limitó a la creación de la figura ecuestre del rey Carlos IV, también incluye muchos edificios icónicos alrededor de México, dentro de los que destaca el Palacio de Minería —que está a unos cuantos pasos de la mencionada escultura.

La construcción de este palacio se remonta al siglo XVIII y se cuenta entre los ejemplos más soberbios de la arquitectura neoclásica en América. Inicialmente se utilizó como sede del Real Seminario de Minería, pero después pasó a ser propiedad de la Universidad Nacional y se convirtió en la sede de la Facultad de Física. Actualmente es un museo de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.

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El interior del palacio conserva grandes salones y pasillos que desembocan en un patio central delimitado por una elegante arcada. También aloja una gran biblioteca, una pequeña capilla y murales del siglo XIX. Entre sus exhibiciones más llamativas está la muestra permanente de meteoritos recuperados en diferentes partes de México.

 

3. Antiguo Palacio de Comunicaciones

La actual sede del elegante Museo Nacional de Arte es otro de los edificios que embellecieron a la capital a principios del siglo XX. Como su nombre lo indica, fue concebido como sede del ministerios de Comunicaciones y Obras Públicas.

Su diseño estuvo a cargo del arquitecto italiano Silvio Contri, mientras que su fastuosa decoración fue creada por el artista Mariano Coppedè. Su arquitectura ecléctica es una de las fusiones mejor logradas entre los estilos neoclásico y renacentista. En el interior destacan sus salones de techos altos y la elegancia de sus escaleras principales hace que la mente vuele a los palacios del imperio austro-húngaro.

Después de terminar sus funciones como Palacio de Comunicaciones fue remodelado y reabierto como Museo Nacional de Arte en 1982. Actualmente alberga una de las colecciones pictóricas más valiosas del país y en sus salones se realizan conferencias y conciertos de música clásica.

 

4. Palacio de Lecumberri

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No todos los palacios son sitios agradables y este es un buen ejemplo de ello. El siniestro Palacio de Lecumberri, también apodado Palacio Negro, fue construido por órdenes de Porfirio Díaz a principios del siglo XX para cumplir las funciones de penitenciaría y así se mantuvo hasta 1976.

 

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Como era de esperarse, los regímenes autoritarios que han caracterizado la historia de nuestro país utilizaron Lecumberri como centro de escarmiento y tortura para presos políticos. Las historias alrededor de este lugar han hecho que se le considere como la prisión más cruel de México.

Sus celdas llegaron a ser ocupadas por personajes como León Trotsky, David Alfaro Siqueiros y los escritores José Agustín, William Burroughs, Álvaro Mutis y José Revueltas.

 

5. Palacio Postal

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Este impresionante edificio se encuentra a sólo una cuadra del Palacio de Minería. Al igual que el Palacio de Bellas Artes, el Palacio Postal fue encargado al arquitecto Adamo Boari en colaboración con el ingeniero mexicano Gonzalo Garita. Su construcción data de 1907 y es quizá uno de los palacios más espectaculares del Centro Histórico por la elegancia de sus fachada e interiores. Su herrería de bronce fue importada de Italia y su fachada de cantera blanca está adornada con figuras de gárgolas.

Desde su inauguración, este palacio no ha dejado de cumplir sus funciones como oficina de correos. Antes de su construcción, el predio era ocupado por un antiguo hospital franciscano del siglo XVIII.

 

6. Antiguo Palacio de Iturbide

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El palacete que actualmente ocupa el Palacio de Cultura Banamex era considerado en el siglo XVIII como una de las residencias más lujosas de la ciudad. Su primer dueño fue Miguel de Berrio Zaldívar, marqués del Jaral de Berrio. Quizá el marqués nunca se imaginó que el próximo dueño de su palacio sería Agustín de Iturbide, poco antes de ser proclamado Emperador de México al consumarse la Independencia de México.

Después de 1830, el palacio se convirtió en Colegio de Minería por cuatro años, para después ser ocupado por distintos comercios y oficinas. De hecho, llegó a convertirse en hotel y terminal de transporte desde donde salían diligencias a diferentes partes de México.

Antes de ser rescatado y restaurado, el Antiguo Palacio de Iturbide era utilizado como edificio de despachos. Su restauración concluyó en 1972 después de un trabajo intenso para devolverle el esplendor virreinal que tuvo algún día. Actualmente funciona como museo y centro de fomento cultural.

 

7. Palacio Nacional

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El Palacio Nacional fue uno de los primeros edificios coloniales en ser construidos después de la conquista de Tenochtitlán; de hecho, se construyó sobre lo que era el antiguo palacio de Moctezuma. Inicialmente fue habitado por Hernán Cortés y después pasó a ser sede de los tribunales novohispanos y residencia de los virreyes de la Nueva España. Al consumarse la Independencia de México, el palacio fue objeto de varias remodelaciones ordenadas para dar cabida a la sede de los poderes de la unión. El mismo Maximiliano ordenó algunas de sus modificaciones y Benito Juárez lo ocupó como residencia durante sus años de mandato.

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Aunque Palacio Nacional sigue siendo sede de actos protocolarios del poder ejecutivo, se encuentra abierto al público para visitar sus salas de exposición, los extraordinarios murales de Diego Rivera, el antiguo Recinto Parlamentario, las habitaciones del presidente Juárez y su patio central.

 

8. Palacio del Conde de Buenavista

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Este palacio es otra de las obras del arquitecto valenciano, Manuel Tolsá. Su construcción data del siglo XVIII. Aunque estaba destinado a ser la residencia del Conde de Buenavista, su inesperada muerte hizo que el palacio pasara por manos de distintos propietarios de la aristocracia novohispana.

Hoy es sede del Museo Nacional de San Carlos y cuenta con una de las colecciones más importantes de pintura, escultura y grabados europeos del siglo XIV al XX.

 

9. Antiguo Palacio del Ayuntamiento

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A un costado de Palacio Nacional se yergue el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, actual sede del Gobierno de la Ciudad de México. Hernán Cortés ordenó la construcción de este edificio para dotar a la ciudad de un recinto administrativo. Su apariencia inicial era similar a una fortaleza medieval, pues los españoles aún temían posibles contraataques de los mexica que sobrevivieron a la conquista.

En el siglo XVIII, el palacio adquirió la mayoría de los rasgos arquitectónicos que conocemos hoy en día. En su interior se conserva una galería de pinturas antiguas con la imagen de los virreyes que gobernaron la Nueva España.