El juego de pelota, en sus diversas modalidades, se comenzó a practicar en Mesoamérica hace 3,500 años. Hay pocos datos sobre el aspecto técnico, pero se sabe de su vínculo ritual con la cosmovisión de los pueblos originarios. En Michoacán se ha encontrado un grupo de figurillas representativas del juego de pelota purépecha en la ofrenda de una tumba que data del año 1500 AC, aproximadamente. El juego de pelota encendida, o uárhukua, se practica entre dos equipos de cinco o más integrantes y se juega con bastones de madera con forma de “ele” llamados uárhukuas, que le dan el nombre de este deporte ancestral.

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La pelota, o zapundukua, se fabrica con tiras de tela, que se enredan sobre una pelota de hule espuma. Al final se refuerza con una red de mecate o lazo de henekén.

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Se juega generalmente en las calles o los atrios de las iglesias y en algunas comunidades lo juegan en el contorno de una plaza.

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Cada equipo designa un capitán, que elige y controla el juego. La duración del mismo la determinan los capitanes antes de comenzar. Para comenzar el juego se colocan en el centro de la cancha dos jugadores, uno de cada equipo, que golpean tres veces sus bastones entre sí para luego lanzar la pelota.

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Durante el partido, los jugadores intentan hacer llegar la pelota a la meta contraria. La anotación se produce cuando la pelota cruza la línea de meta del otro equipo.

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El juego se desarrolla con la mediación de los jueces que miden los tiempos, fungen como árbitros y vigilan que el partido transcurra en forma adecuada.

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Si se comete una falta, la pelota se declara muerta y la pone en juego un integrante del equipo que no la cometió. Entre las posibles faltas se encuentran: Levantar la uárhukua más arriba de la cintura, patear o pisar la pelota, hacer caer intencionalmente a otro jugador, emplear un lenguaje inapropiado u ofensivo, lanzar intencionalmente la uarhukua y llegar por la espalda del jugador que trae la bola.

Y, ¿ya te dieron ganas de ver un partido de pelota encendida purépecha?