¿Alguna vez te preguntaste porque los nativos americanos aceptaron con tanta facilidad la celebración de la Navidad? Bueno, sucede que la invasión de nuestro continente no fue solo con armas, sino también religiosa, pues de nada valía una sociedad forzada pero con ánimos de sublevación. Por eso, la mejor solución fue sincretizar las creencias nativas con las católicas, para así lograr que con el tiempo los nativos adoptaran las fiestas católicas sin ningún problema, casi sin darse cuenta de la conversión de la que estaban siendo objeto. Aquí te cuento la historia de cómo, en nuestra tierra, la Navidad cristiana se enlazó con la festividad que honraba a Huitzilopochtli, el el Niño Sol.
Cómo era la “Navidad” celebrada por los nahuas antes de la llegada de los españoles
-Desde mucho antes de 1492, y mientras en Europa se esperaba el aniversario del nacimiento de Jesús, los habitantes del Anáhuac (Valle de México), se preparaban para recibir al dios Huitzilopochtli, el “colibrí del sur” o el “colibrí izquierdo”. En el primer día del Panquetzaliztli -decimoquinto mes del calendario náhuatl de 365 días-, se realizaba un culto para honrar el nacimiento del también llamado Niño Sol, el 21 de diciembre.
-Huitzilopochtli llegaba al punto más lejano a la Tierra durante el solsticio de invierno, cuando se retiraba hacia Mictlán, el inframundo de los muertos, para renacer el 24 de diciembre de la Tierra, representada por la diosa Coatlicue, madre del colibrí. Este renacimiento del sol se producía en Malinalco, hoy cabecera del Estado de México, donde se realizaban celebraciones para darle la bienvenida al nuevo ciclo.
-Según relata el investigador Germán Andrade Labastida, los aztecas celebraban con toda pompa el nacimiento de Huitzilopochtli y lo hacían durante la época de la Navidad cristiana. Las celebraciones incluían fiestas en todas las casas, en las que se obsequiaba a los invitados suculenta comida y también unas estatuillas o ídolos pequeños hechos de maíz azul, tostado y molido, mezclado con miel negra de maguey.
-De acuerdo con Amaranta Leyva, la ceremonia comenzaba con una carrera encabezada por un corredor muy veloz que cargaba en los brazos una figura de Huitzilopochtli hecha de amaranto y que llevaba en la cabeza una bandera (pantli) de color azul (tecuhtli).
-La celebración se iniciaba en la Huey Teocalli (la Gran Casa del Sol) y llegaba hasta Tacubaya, Coyohacan (Coyoacán) y Huitzilopochco (Churubusco). Detrás del portador de esta imagen, corría una multitud que se había preparado con ayuno.
-Historiadores y especialistas en la cultura prehispánica de México, destacan que este culto resulta ser una analogía con las posadas al momento de romper la piñata o la repartición de la colación.
-La celebración a Huitzilopochtli es un antecedente que explica la facilidad con la que los nahuas aceptaron las fiestas navideñas, las posadas, el nacimiento de un niño dios en invierno, pues la semejanza en ambas celebraciones se cimentó bajo principios similares. Con el transcurrir del tiempo y el nacimiento de nuevas generaciones, las nuevas fiestas católicas tuvieron mayor popularidad y la fiesta a huitzilopochtli quedó en el olvido.
-En sus memoriales escritos en 1541, Fray Toribio de Motolinía narró que, para las celebraciones navideñas, los indígenas adornaban las iglesias con flores y hierbas, esparcían juncia en el piso, hacían su entrada bailando y cantando y cada uno llevaba un ramo de flores en la mano, en clara similitud con la celebración a Huitzilopochtli.
-Si bien en un principio estas celebraciones ocurrían sólo en las iglesias, en el siglo XVIII comenzaron a trasladarse también a los barrios y a las casas y la música religiosa fue sustituida por el canto popular.
-Entre villancicos y piñatas, las posadas forman parte del espíritu ancestral de la cultura mexicana. Y ahora sabes por qué.