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Las 10 cosas que más extraña un almeriense cuando se va a vivir fuera

Almería
by Eva Castillo 11 Apr 2019

Vivir fuera de la ciudad y del hogar que te vio nacer no es tarea fácil. Como almeriense, mudarme a una ciudad en la que no hay playa, en la que las tapas se pagan aparte o en donde el invierno cumple con sus funciones, me ha costado, me está costando y me costará tiempo y dedicación. Y es que ya lo dice el dicho “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Aunque Almería siempre estará ahí para volver cuando quiera, estas son las 10 cosas que más extrañamos los almerienses que estamos viviendo fuera:

1. Las migas de sémola

Especialmente los días de lluvia. Y diréis que las migas también nos las podemos encontrar en otras ciudades de España ¿verdad? Sí, pero no las típicas almerienses. Nuestra receta no difiere mucho en cuanto a la guarnición: con pescado, con tocinillo y chorizo, con pepino y tomate, con pimientos y jamón, con uvas, etc. Pero la cosa cambia si hablamos de la harina de sémola. Y es que este es nuestro ingrediente estrella. Aunque en algunas casas se hacen con pan, casi el cien por cien de las cocinas almerienses hacen las migas con esta harina y he aquí nuestra melancolía.

2. El yonosequé, el cucha, el follaíco vivo, la rabúa, el engurruñío, la roílla, los pillapelos…

En definitiva nuestra jerga que solo entendemos nosotros y que, cuando estamos fuera, asoma con tanta naturalidad que nuestros oyentes ponen cara de circunstancia sin saber interpretar apenas lo que estamos diciendo. Además, a esto hay que sumarle la velocidad y el tono. Es decir, una de las cosas que más nos sorprenden a los almerienses que vivimos fuera es lo despacio y pausado que se habla en otras ciudades, y el tono tan bajo. La mayoría de los almerienses de forma muy rápida, enlazamos palabras unas con otras sin dejar apenas espacio y tiempo y además damos mucho énfasis a muchas expresiones, sumándole a todo esto un elevado tono de voz.

3. Las tapicas

Si hablamos de tapas y de España, tapas las hay en casi todas las ciudades y pueblos, pero la cosa cambia a la hora de pedirlas y de pagar. En todos los bares de Almería hay una amplia carta de tapas, tradicionales o modernas, en donde el cliente escoge a su gusto y cuyo precio incluye la bebida también: vino, cerveza, mosto… Salir de tapas en Almería es sinónimo de salir a comer o a cenar. Esta costumbre no existe en la mayoría de sitios de fuera de Almería. En otras ciudades, por lo general, las tapas se pagan aparte, otras veces no hay mucha variedad y, por último, en otras ocasiones, la tapa es muy pequeña, por lo que si quieres salir a comer tapeando es mejor que cambies de opción.

4. El servicio en los bares

No hablo del baño, sino del servicio de atender a los clientes. En muchos sitios fuera de Almería no hay costumbre de que el camarero vaya a la mesa a tomar nota, sino que el cliente se acerca a la barra, pide, paga, coge lo que haya pedido y se lo lleva a su mesa. A los almerienses esto nos choca muchísimo porque en nuestros bares siempre, siempre va el camarero a tomarte nota aunque solo pidas una coca-cola. Y no digo que el servicio fuera de Almería sea peor, sino que cuando el almeriense va a un bar nuevo lo primero que se pregunta al entrar por la puerta es: “bueno, y ¿esto cómo va?, ¿voy, vienen? ¿pido y luego me lo traen? ¿me espero en la barra o en la mesa? ¿cuál es el protocolo a seguir?”. Aunque pueda parecer algo sencillo, este dilema nos trae verdaderos quebraderos de cabeza, en serio.

5. Los nombres que tienen algunas cosas

Cada lugar tiene sus propias particularidades lingüísticas y personas de diferentes regiones usarán una palabra diferente para un mismo objeto. Pero a veces, y esto trae más confusión, una misma palabra significa cosas distintas según donde estés. Un ejemplo son los chipirones. Para los almerienses son esos calamares muy pequeños de escasos 2 o 3 centímetros, que generalmente se hacen fritos, se sirven en un buen puñado, y que difícilmente se encuentran en otros sitios como tapa o como plato. Por eso cuando pedimos chipirones en otros lugares y estos son calamares pequeños, pero con un tamaño que oscila entre los 10 y 15 centímetros y que generalmente se hacen a la plancha o en su tinta, nuestra cara es de incredulidad total.

6. Los domingos de playa

Algo tan típico para los que nos hemos criado en una ciudad con costa. Y es que si hace buen tiempo, si no tenemos otros planes ni nada mejor que hacer, gran parte de los almerienses somos muy dados a pasar el domingo en la playa con sus correspondientes tuppers y bebidas. Puede sonar muy normal, pero en otras ciudades no siempre es así y peor es cuando la playa te queda a más de una hora en coche o cuando el agua no es tan cálida como en el Mediterráneo. En este caso suele pasar que nos entran la pereza y la añoranza a la vez, haciendo que en ocasiones maldigamos el domingo.

7. La humedad en la piel

A no ser que te hayas mudado a una ciudad de costa, los que ahora vivimos en el interior se nos hace raro eso del clima seco. Al principio es una sensación extraña en la que como que falta algo en el ambiente, luego acabas acostumbrándote cuando tu ropa tendida se seca antes o cuando te lavas el pelo y no queda encrespado y, por último, cuando vas de vacaciones a tu tierra natal y pisas suelo almeriense después de mucho tiempo es como que… ¿qué pasa? ¿por qué esta humedad? ¿antes era así? ¿qué le pasa a mi pelo? Y cosas así.

8. Hacer amigos en la cola del pan

Otra cosa a la que somos muy dados los almerienses es a intentar mantener conversaciones banales para hacer más amena la cola del pan o cualquiera otra donde tengamos que esperar más de diez minutos. De estos momentos, alguna vez, han surgido las mejores relaciones de amistad. Más que nada porque Almería es muy pequeña y al final resulta que el de delante de ti conoce o tiene algún amigo en común contigo. Te mudas de ciudad y crees que va a ser igual, pero la cara de la gente en estas colas dista mucho de lo que pueda parecer una pre-amistad cuando, sin que nadie te haya preguntado, comentas el buen día que hace.

9. La luz del sol

No es que en otras ciudades no haya sol, pero es que la intensidad de la luz con la que brilla el sol en Almería es diferente a la de otras ciudades, sobre todo a las de interior y a las del norte. Se trata de una irradiación única y especial que echamos de menos como parte de nuestra identidad.

10. La jarana

Y, por último, algo que llevamos en las venas los almerienses es la jarana. Según la RAE, jarana significa ‘diversión bulliciosa y alborotada’. Es decir, nos gusta más una fiesta que un caramelo a un niño. No siempre estamos de fiesta, pues a veces los bolsillos o el momento no dan para tanto, pero, como decía aquella canción de los noventa, “non ti preocuparae”. A los almerienses con poco nos basta para montar la jarana, el follón, la parranda o para armar el follaero, como más te plazca llamarlo. Y es que con unas pipas, unas cervezas y la mejor compañía, además de nuestra predisposición a hacer algo divertido o crear un chiste de cualquier trivialidad, ya la hemos liado. Esto a veces nos cuesta encontrarlo en otros lugares con otras costumbres.