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Las 15 costumbres españolas que más desconciertan a los extranjeros

by Ana Bulnes 10 Apr 2017

1. Lo hacemos todo tarde (menos desayunar)

Qué le vamos a hacer, vivimos al límite. Nos levantamos —si trabajamos o estudiamos— a la misma hora que el resto del mundo y desayunamos, pero después no comemos hasta las 2 o las 3 y no cenamos hasta las 9 o las 10. Mientras los extranjeros intentan adaptarse muriéndose de hambre, nosotros paramos para el café de media mañana, el aperitivo, el café de después de comer y la merienda. Por supuesto, acostarse antes de medianoche es de débiles, aunque haya que amanecer a las 6. Y salir de fiesta antes de las 2 de la mañana solo apto para quien no quiere compartir la pista de baile con nadie (y tampoco quiere público).

2. Besamos a todo el mundo

No, no somos los únicos, pero a cualquiera que venga de un país en el que se saluda dando la mano le desconcierta esa invasión del espacio personal de nuestro saludo, el único posible entre desconocidos (mejor dicho: entre desconocidas o desconocido y desconocida). ¡Y que a veces se haga incluso en contextos profesionales! Claro que en realidad es más un mejilla con mejilla que un beso. Todos nos espantamos un poco ante la gente que planta un beso real en estos contextos y esperamos a que no mire para limpiarnos con la manga.

3. Quedamos más en bares que en casas

¿Para qué cocinar pudiendo ir de tapas? A nuestro hogar invitamos solo a la gente más cercana, a esa con la que tenemos más confianza o con la que queremos estrechar lazos. Y ni siquiera siempre: preferimos quedar para comer, tomar un café o cenar fuera que recibir. (A nosotros, claro, esa costumbre tan centroeuropea de quedar para cocinar nos parece lo más extraño del mundo).

4. No entendemos una comida sin pan

Y tomamos como una afrenta personal que en el restaurante nos cobren la cestita de pan como si fuese un capricho que hemos pedido y no una necesidad básica que todos tenemos que cubrir. ¿Qué es lo siguiente? ¿Cobrarnos por ir al baño?

5. Lo vemos todo doblado

Explica nuestro nivel de inglés, que nos parezca que la voz real de Bruce Willis es mucho peor que la de su doblador y que dividamos los Simpson en dos eras: antes y después de la muerte de Carlos Revilla, el actor de doblaje que le puso voz a Homer durante las once primeras temporadas.

6. Desayunamos leche con galletas

O un café y una tostada, con un zumo de naranja si estamos espléndidos. Muchas cosas sorprenden del desayuno típico español, pero son principalmente dos: es dulce (menos en las zonas en las que se opta por el jamón) y escaso. Lo de la comida más importante del día se lo toman mucho más en serio en otros países, en los que básicamente vacían la nevera sobre la mesa y se pasan un buen rato untando queso en rebanadas de pan, poniéndole toda clase de hortalizas y rematando con un buen bol de cereales.

7. Lo de cerrar dos (¡o tres!) horas a mediodía

Al principio medio lo entienden y comentan extasiados que es por la siesta. Cuando les decimos que no, que es para comer, entran un poco en cortocircuito. ¿Dos horas para comer? ¿Cerrar el negocio para irse a comer en vez de hacer turnos para comerse un sándwich escondido en un probador? Eh, pero luego abrimos hasta las 8 o 9 y no solo hasta las 6 de la tarde.

8. Somos muy elegantes

No lo digo yo, lo dicen ellos. Según parece, lo de que en España salgamos a la calle vestidos de calle y no de gimnasio si no vamos a hacer deporte es una rareza nacional. También dicen que nos vestimos según el calendario y no el tiempo, pero yo diría que esto no es cierto.

9. No nos descalzamos en casa (o lo hacemos y nos cambiamos de ropa)

O todo o nada. Entramos en nuestra casa y en la de otros con los zapatos de la calle sin que nos preocupe ensuciar el suelo (de hecho, si nos queremos descalzar en casa ajena pedimos permiso), pero si vamos a estar un buen rato sin salir hacemos un cambio completo de indumentaria. Una cosa es la ropa de calle (la elegante) y otra la de casa. Aquí sí se puede estar en chándal o en pijama aunque no vayamos a hacer ejercicio ni a dormir.

10. Beber alcohol antes de comer no nos convierte en alcohólicos

Un aperitivo sin caña o vermú es como más triste, ¿no? Resulta que en realidad es simplemente normal. Y tampoco está muy bien visto acompañar la comida con una caña y después volver al trabajo.

11. La frecuencia de nuestros festivos

«¿Cuántos días de vacaciones tenéis?», me preguntó un muchacho estadounidense en el tren de Boston a Nueva York. Ante mi respuesta abrió mucho los ojos y comentó algo como que ya, pero que luego la productividad se resiente y no sé qué más (¡patrañas! ¿quién tiene mayor esperanza de vida?). Decidí no comentar que una cosa son las vacaciones y otra los festivos, ni iniciarlo en el concepto de «puente» o comentarle que hay gente que incluso, si las cosas cuadran bien, hace «acueductos».

12. Bebemos chupitos en familia después de comer

Lo de que después de una comida copiosa en un restaurante ofrezcan unos chupitos por invitación de la casa ya es raro, pero que nosotros mismos en celebraciones familiares en casa acabemos atacando el mueble bar de los licores mientras hay niños correteando alrededor no hace más que apoyar la teoría de que somos unos alcohólicos. Y, no, no se creen lo de que sea digestivo.

13. Usamos aceite de oliva en cantidades industriales

Nunca olvidaré la cara de pánico que fue adquiriendo una couchsurfer escocesa al verme echar aceite en la sartén para freír las patatas para una tortilla. ¡Pero luego bien que la disfrutó! También recuerdo a una alemana a la que la tortilla no le salía nunca bien y no entendía por qué… y era porque cocía las patatas (en agua, sí) en vez de freírlas.

14. No nos vamos de casa al cumplir los 18

Vale, vale, no todos son como los nórdicos que a los 18 se independizan, pero es que nosotros no nos vamos ni a los 18 ni a los 25 ni, en muchos casos, a los 30 (irse para estudiar fuera con todo pagado por papá y mamá y volver en verano no cuenta). Al final nos independizamos, sí, pero cada vez que vamos a casa (el cambio mental de dejar de llamar «casa» a la que ahora es solo la «casa de mis padres» suele tardar unos años más) volvemos cargados de tuppers con comida. Y ¿quién no ha aprovechado nunca para llevar ropa sucia o algo para coser?

15. Nos reímos de la gente que pronuncia bien otros idiomas

¡Claro que sí! «¿Qué te pasa en la boca?», decimos a esas personas que en clase de inglés leen como si supieran el idioma y no colocan la patriota e delante de toda palabra que empiece por s + consonante ni convierten la hache aspirada en una castiza jota. No vaya a ser que cuando salgamos de España alguien no sepa de dónde somos después de una sola palabra.