Photo: Fernanda Reyes/Shutterstock

Del viaje a la vida: aprendiendo a ser libre aunque se esté estático

by Mavi Parra 2 Apr 2020

¿Qué es lo que tanto nos atrae del viaje? Seguro que los paisajes, las experiencias y los lugares importan pero más que recorrer, observar y probar, diría que lo que nos atrapa es la sensación de libertad que este nos da.

A diferencia de en “la vida real”, al viajar nos sentimos libres de elegir nuestro camino y nuestro destino. Incluso, podríamos elegir nuestro propio personaje, al estar en un lugar nuevo donde bien se podría empezar de cero.

Después de muchos años viajando, empecé a preguntarme si no sería posible llevar esa sensación de libertad al día a día. Vivir la vida como si fuera un viaje.

Si bien partí mochileando hace años, en el tiempo transcurrido han sido muchas las vueltas y también las paradas. Muchas las exploraciones y los aprendizajes, siempre trabajando en busca de llevar la libertad a lo cotidiano y no sólo cuando tengo pasaje en mano.

Con estas líneas no me atrevo a decirle a nadie cómo vivir su vida, sino que las utilizo para recopilar y compartir las enseñanzas que la ruta me ha dado, esperando que a alguien le sirvan para mirar la vida como si fuera un viaje: libre, aunque se esté estático.

Habrá que aprender, pero también desaprender

Al intentar llevar una vida más libre toca darse cuenta de que no es así como nos quiere el status quo, y aunque el viajero lo aprenda en la ruta, todos podemos llevar estas deconstrucciones a nuestro día a día si la meta es tener mayor libertad.

Aunque el avance del teletrabajo nos ha querido decir lo contrario, la verdad es que incluso siendo nómada digital, el querer vivir la vida como un viaje implica tanto aprender como desaprender, pues esta no es para nada una vida “normal”.

Desde jugar constantemente con lo que significa el trabajo, sus horarios, espacios y dinámicas, hasta redefinir la manera en la que vives tus relaciones de familia, amistad y pareja. Una vida más libre, sea nómade o no, te obliga a pensar fuera de lo establecido, pues rápidamente te das cuenta de que “lo normal” no es más que un molde que comprime y limita.

Si viajamos para huir de la normalidad, ¿por qué esforzarse en encajar en ella al regresar?

Lento se viaja (y se vive) mejor

Dejémosle el saltar de país en país cada tres días a los turistas; el que vive en un viaje constante entiende que todo se disfruta más cuando se le entrega el tiempo necesario para hacerlo.

Saltando de un lugar a otro poco tiempo tienes para conocer los sitios donde vas, menos aún para disfrutarlos de verdad. El dinero se va pronto y quizás hasta incluso antes se te irá la energía, pero lo mismo se aplica a la vida en general.

Aunque vivir intensamente se puede interpretar en ciertos círculos como vivir rápidamente, el nómade aprende que no hay nada más intenso que tomarse el tiempo para estar presente en cada momento. Absorbiéndolo, sintiéndolo y permitiendo al cerebro y los sentidos la calma suficiente para, sí o sí, poder estar y recordar.

Identificar los lujos

Tras suficiente tiempo en la ruta, el viajero se da cuenta de que lujo ya no es sólo una cena gourmet, sino simplemente una comida caliente y preparada con paciencia; de que la habitación privada o la ducha caliente son mucho más necesarias que cualquier ropa de marca, y de que esas piscinas infinitas que tan bien se ven en Instagram, en poco se comparan con una playa para ti solo.

Así mismo, al llevar el viaje a la vida aprendes a buscar los lujos desde tu propia perspectiva y no aquella impuesta por los medios masivos, convirtiéndoles en elementos mucho más alcanzables y perdurables; relativamente fáciles de alcanzar y conservar pues vienen dados más desde el espíritu que del materialismo.

La austeridad es clave y lo esencial, mucho menos de lo que imaginas

Vivir la vida como un viaje implica aceptar esa enseñanza budista que dice que nada es permanente. El viajero aprende pronto que menos es más, en montones de sentidos: cuanto menos llevas en la mochila, más ligero viajas y más cómodo te mueves; pero además son menos los apegos y penurias cada vez que algo se pierde en el camino.

Por ello, es importante aprender el valor de la austeridad, pues en el caso de lo material, un día lo tienes y otro se va. De pronto el cambio de moneda te favorece y todo es barato, pero los poquitos se acumulan y terminan causando estragos.

Puede que se sienta bien el acumular, pero tarde o temprano tocará seguir el viaje y estas no serán más que superfluas incomodidades que deberás dejar atrás.

Es ahí, a través de la conexión con lo más simple, cuando te das cuenta de que lo esencial es mucho menos que lo que tendemos a tomar como tal.

Hay tantas maneras de viajar (y vivir) como viajeros hay

Ni siquiera las tribus nómades de antaño andaban por el camino errantes y sin mapa; al contrario, si se movían lo hacían con un plan esclarecido y propósitos bien puestos. ¿Y no debería ser así también la vida?

Vivir la vida como un viaje implica también encontrarle un rumbo, una motivación más allá de simplemente comerse el mundo. Quizás tú eres de los que se siente a gusto entre grandes multitudes, o a lo mejor preferirás que el único escándalo que te rodee sea el de pájaros silvestres. Puede que elijas vivir tu viaje admirando maravillas e imperdibles, o simplemente encontrando lo inolvidable en las conversaciones más mundanas.

Cada viajero se arma su ruta y cada uno define su vida, el equipaje que lleva consigo y las maneras de transitarla. Lo que me funciona a mí puede que no te funcione a ti y eso está perfecto, pues sea lo que sea que elijas, serás tú el responsable de encontrar tu rumbo a medida que avanzas.

Manejar el dinero tiene tanto que ver con creatividad como con habilidad

Hacer dinero es una de las más grandes preocupaciones de la vida moderna, y aunque esta sea un viaje, lo seguimos necesitando para sobrevivir. Sin embargo, como mencioné anteriormente, la vida nómade me ha enseñado a ver la obtención de este como algo mucho más fluido.

Así, me he ido borrando el estigma del “buen trabajo” para enfocarme más bien en el cometido de obtener ingresos (y mantenerlos conmigo) a través de distintos oficios y maneras, agregando a mi currículo roles como vendedora ambulante, bartender, mucama, niñera, jardinera, pintora, profesora de idiomas, de baile, productora de eventos y cocinera.

Si bien hoy vivo principalmente de mi trabajo online, fuera del computador me gusta seguir poniendo en práctica estas habilidades, no sólo para complementar ingresos, sino como oportunidades para salir del molde, ampliar el círculo y conocer mejor el sitio en el que estoy.

Así mismo, en todo este tiempo he conocido tantos oficios como viajeros y el dicho de que lo que no se sabe se aprende, jamás se ha sentido tan cierto.

El hermoso poder del trueque

Qué tontería haber puesto al dinero como único medio de intercambio, cuando el trueque es tan eficiente y agradable.

Mejor cambiar libros, ropa y otros artículos no esenciales que comprarlos y mejor también será donar algunas horas de tu tiempo a cambio de un hospedaje, una comida o una ducha caliente si andas viajando.

Pero incluso cuando estás estático, entregarle valor al tiempo, el aprendizaje, el trabajo propio u otros ítems aparte del dinero, usándolos a manera de intercambio, es una excelente manera de negociar, en especial en los momentos en los que todo parece un poco incierto.

La autosuficiencia lo es todo

La mayoría de los que están leyendo estas líneas son seguramente capaces de ser tan autosuficientes como podrían serlo, y aunque viajando es una buena manera de ejercitar la independencia, bastante que vale en la vida el poder hacérselas por uno mismo.

Cuanto más autosuficiente eres, menos dependes de otros, por lo que también eres más libre, tanto de moverte como de, simplemente, vivir a tu manera. Aunque seamos seres sociales, capaces de prosperar aún más en comunidad, de nada sirve esta si no es para apoyarse en ella, en vez de depender.

En un mundo que cada día cambia más rápido, la autosuficiencia se vuelve clave para la supervivencia.

Así como el choque cultural, los encontronazos se pueden curar conversando

El choque cultural es ese shock que se produce cuando te enfrentas a una cultura totalmente distinta a la tuya, pero también se nos aparecen toda clase de choques en el día a día.

No hay manera de evitarlo y estos sólo se curan en serio cuando te obligas a conversar, escuchar y entender, pues habrá mucho que no comprendemos el uno del otro pero en el fondo, como seres humanos, es más lo que nos une que lo que nos separa.

Al vivir viajando o simplemente al relacionarnos con personas distintas a nosotros la clave de las buenas relaciones estará en la empatía y la humildad, en ver las diferencias no como obstáculos, sino más bien como diversos ángulos desde los cuales aprender a relacionarnos con respeto.

Problemas siempre habrá, la diferencia está en cómo se enfrentan

Así como muchos asumen erróneamente que vivir viajando es vivir de vacaciones, también asumen que vivir viajando —o en libertad— es vivir sin problemas, pero lo cierto es que estos no le faltan a nadie.

Cuando pensamos que el viaje nos resuelve la vida, en realidad lo que ocurre es que nos da tiempo, distancia y perspectiva, cosa que también es posible obtener respirando profundo y desviando la atención a algo como un paseo alrededor del vecindario o un pasatiempo querido.
Así, ser libre implica también ser responsable de nuestros asuntos, abordándolos en vez de evadirlos, pero con consciencia y paciencia en vez de desesperación.

No todo el mundo puede, ni quiere, vivir como tú lo haces

Viajar es un privilegio. Elegir cómo vivir también y, por lo mismo, no todos tienen acceso a ello, aunque el australiano descalzo que te encontraste en el bar quiera decir lo contrario.

Algunos no pueden viajar pues los salarios a los que acceden no dan ni para vivir, mucho menos para ahorrar. Muchos no lo hacen pues deben hacerse cargo de deudas, familia, discapacidades y montones de otras limitaciones de las que tú y yo quizás no tenemos ni idea. Varios no pueden porque sus pasaportes no son lo suficientemente aptos para ello y otros más tampoco pues el entorno en el que se han movido toda su vida no les ha entregado las herramientas suficientes para ello.

Sé consciente del lugar que ocupas en el mundo y entiende que tu historia no es la misma que la del de al lado. Aunque tú hayas tenido el regalo de elegir tu destino, no todos son capaces de hacerlo y ello no les hace ni más, ni menos.

El miedo se vence de a pasitos

Así como cuando chicos nos atrevíamos a saltar hacia la piscina desde un trampolín más alto cada vez, vencer el miedo va por la misma línea. Tomando pequeños pasitos se logran las metas más grandes, así que paciencia, determinación y preparación son tus mejores aliadas.

Prepárate en la medida de lo posible para el peor escenario, pero no permitas que la posibilidad de este te frene, ni en el viaje, ni en la vida.

En este mundo sólo estamos de paso

Viajeros o no, en este mundo sólo estamos de pasada y, por lo mismo, deberíamos comportarnos como tal. Respeta el sitio en el que estás y quienes lo habitan contigo, cuídalo y aprécialo, no como si fuera tuyo, sino como si te lo hubieran prestado.
Al final de la historia nosotros nos iremos todos, pero deberemos hacernos responsables de lo que queda a nuestro paso.