Photo: Galicia Sustentable

Conoce Lecumberri, una prisión con una historia siniestra

The Federal District
by Ana Elba Alfani Cazarin 27 Sep 2019

La prisión Lecumberri, apodada “palacio negro”, fue inaugurada el 29 de septiembre de 1900 y cerró sus puertas 75 años después. En 1982 se convirtió en el Archivo General de la Nación (AGN), que contiene algunos de los documentos históricos más antiguos de América.

“La prisión fue pensada en base a un nuevo modelo penitenciario para la ciudad, que incorporaba orden y progreso, dignificando a los presos e incluso rehabilitándolos para su futura reincorporación a la sociedad (…). Sin embargo, también se convirtió en un referente nacional símbolo de represión, condena y miedo; alojó a maleantes e inocentes y también presos políticos».
La Penitenciaría de Lecumberri en la Ciudad de México, Edmundo Arturo Figueroa Viruega y Minerva Rodríguez Licea.

Efectivamente, la ex-penitenciaría Lecumberri tiene una historia terrible. Trató de emular el modelo americano conocido como Filadelfia, por demás estricto y donde prevalecían la soledad y el silencio, y tuvo como huéspedes memorables a personajes famosos de la política y la vida cultural, académica y artística del México del siglo XX.

Los terrenos en los que fue construído el edificio le fueron comprados a un español de apellido Lecumberri, y la construcción proyecto se encargó a los ingenieros Antonio Torres Torija, Antonio M. Anza y Miguel Quintana. Se utilizó el diseño patentado por el inglés Jeremías Bentham: el principio del panóptico que sostiene que un vigilante en la torre central, mediante el efecto de contraluz, puede captar las siluetas de los prisioneros en todo momento.

El diseño de la penitenciaría contaba con un área de gobierno, servicio médico, salas de visita y galerías distribuidas de forma radial o de estrella. En el centro se construyó la torre de 35 metros.

Se planeó que albergara a un máximo de 1400 reos, en mayor número hombres. Cada galería recibía el nombre de crujía (un corredor largo con cuartos o celdas situadas a ambos lados). Las celdas eran para un solo preso con cama y baño. En cada crujía habría una celda de castigo con puertas de hierro y una pequeña mirilla. En total, había en Lecumberri 804 celdas. En 1908 se hicieron ampliaciones y llegó a tener una población de 3800 internos, aunque extra oficialmente se sabía que podía rondar los 5000.

Durante la Decena Trágica, en 1913, el presidente Francisco I. Madero, así como el vicepresidente José María Pino Suárez, fueron asesinados cuando eran llevados para ser encarcelados en Lecumberri. Otros presos célebres fueron William S Burroughs, novelista y artista visual estadounidense, quien asesinó “de manera accidental” a su mujer; Gregorio «Goyo» Cárdenas Hernández, asesino serial conocido como “el estrangulador de Tacuba”; Ramón Mercader, asesino de León Trotsky; Juan Gabriel; Alvaro Mutis (novelista colombiano), David Alfaro Siqueiros y José Revueltas.

En 1968 sirvió para encarcelar y asesinar a jóvenes durante el movimiento estudiantil, en donde la mayoría fueron torturados con golpes y descargas eléctricas en los genitales. Todo esto ocurrió a partir de agosto y hasta el 2 de octubre de 1968, día en que el gobierno mexicano ordenó la intervención en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, que resultó en la muerte de muchas personas, sobre todo jóvenes estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y de la UNAM.

Durante sus 76 años como prisión, hubo dos escapes: uno fue el de Alberto Sicilia Falcon, quien huyó a través de un túnel que cruzaba la avenida Héroes de Nacozari. El otro fue Dwight Worker, disfrazado de mujer (1975), un narcotraficante estadounidense de cocaína.

Crédito: @marilupersif

Con los años, la sobrepoblación originó toda clase de promiscuidades, desatención jurídica y sanitaria, pésima alimentación y corrupción en todos los niveles. Quienes tuvieron la desgracia de estar presos ahí –culpables o inocentes- forman parte de sus leyendas negras.

Muchas fueron las injusticias y los crueles castigos, sobre todo en una de las zonas más temidas del lugar, El Apando, a donde eran llevados -en teoría- solo los reos incorregibles, aunque en realidad era punto de castigo para quienes se negaban a pagar la “protección”, precisamente para no ir a parar al terrible Apando…

El escritor José Revueltas, durante su encierro, sufrió en carne propia la reclusión en esa celda. Describió detalladamente las vejaciones y torturas en el libro que luego se convirtió en la película “Nosotros los pobres (Felipe Cazals, 1948), protagonizada por Pedro Infante. La cinta fue filmada en la prisión, y el ídolo mexicano se dio tiempo para convivir con los reos y cantarles.

La leyenda aseguraba –equivocadamente- que el General de la Revolución Mexicana Pancho Villa escapó de ahí; la verdad es que sí estuvo preso, pero de donde escapó fue de la cárcel de Santiago Tlatelolco, luego de haber sido transferido de Lecumberri.

Lo que sí es un hecho es la gran cantidad de muertos que hubo en todos los años en los que “el palacio negro” estuvo en funciones. Quienes se han atrevido a caminar por sus pasillos silenciosos afirman que la piel se eriza sin que haga frío.

Muchas son las experiencias paranormales percibidas por cada visitante o cuidador, desde la del Charro Negro, un hombre de elegante vestimenta negra que pasea por las crujías y que, cuando llega el momento de desvanecerse, grita y se lamenta de forma aterradora.

Otro fantasma constante es Don Jacinto, un preso de los años 40 que murió ahí. Se cuenta que, cuando el lugar estaba recién remodelado, un trabajador vio a un hombre vestido como reo que exclamaba con el rostro descompuesto: -“Otra vez no vino mi Amelia”, para luego desaparecer. Fue entonces que al trabajador hizo algunas averiguaciones en las oficinas administrativas y descubrió que se trataba de un preso al que su esposa engañaba, mientras él cumplia su condena.

Uno de los sitios donde se dice que hay mayor número de manifestaciones de presencias sobrenaturales es el Torreón Sur, destinado para alojar a los presos no rehabilitables. No había nada que los protegiera del sol, el frío o la lluvia. Uno de los cuidadores actuales dice que por las noches se escuchan lamentos y gritos de desesperación. Allí existe una puerta, conocida como “la ocho”, detrás de la cual habita algo o alguien que no es de este mundo. Después de las 20 horas, decenas de gatos se reúnen a maullar durante toda la madrugada.
En 1982, la antigua prisión se convirtió en el Archivo General de la Nación (AGN), que contiene algunos de los archivos históricos más antiguos de América, un acervo inagotable para la investigación histórica y para otra áreas del conocimiento.

Alberga, documentos notables como el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, documentos firmados por Hernán Cortés (siglo XVI), el Códice del Marquesado del Valle (siglo XVI) y el Códice Techialoyan de Cuajimalpa (siglo XVII), cartas de Benito Juárez, manuscritos de Sor Juana Inés de la Cruz .correspondencia entre Emiliano Zapata y Francisco Villa así como archivos presidenciales hasta 2018. En 2017, la UNESCO otorgó el reconocimiento “Memorias del Mundo” a unos mapas indígenas y coloniales que se encuentran dentro del AGN, como parte del del acervo de la Inquisición.

Puedes recorrer Lecumberri, el lúgubre “palacio negro” en las visitas guiadas que se ofrecen cada jueves por la noche. Si te animas y le echas valor, seguro que conocerás de primera mano alguna de sus muchas leyendas. Mantente alerta mientras caminan por las crujías, escuchando historias como la del prisionero ahorcado, un presunto inocente que decidió quitarse la vida y que se aparece de improviso pendiendo de una cuerda hecha con ropa de cama y en el lugar en el que antes se encontraba su celda. ¿Ya te dieron ganas?