«Ninguna cosa -dice el Padre Acosta-, me ha admirado más ni parecido más digna de alabanza y memoria que el cuidado y orden que en criar a sus hijos tenían los antiguos mexicanos. En efecto, difícilmente se hallará nación que, en tiempos de su gentilidad, haya puesto mayor diligencia en este artículo de la mayor importancia para el estado”.
1.
La educación comenzaba al nacer el niño, que era recibido con serios discursos y prometido por sus padres a alguna de las dos casas de formación: el Telpochcalli o el Calmécac, siendo éste último el centro de educación superior. La elección de uno u otro dependía de la voluntad de los padres, guiados por los consejos del sacerdote que leía los horóscopos de la fecha del nacimiento del niño. Aunque el Calmécac era el destino habitual de la aristocracia, no era exclusivo, sino un colegio abierto a todos. Había colegios separados para hombres y mujeres.