La noche de Samaín, el paso de la mitad clara a la mitad oscura del año y el momento en el que los mundos de los vivos y los muertos se mezclan, pide ser pasada en un lugar que ayude a que dejemos todo nuestro cinismo de lado y nos haga dudar, al menos un momento, si todas esas leyendas no serán ciertas. Nada como un lugar abandonado para hacer esto.
En Galicia tenemos unos cuantos. Por supuesto, vete con cuidado y precaución. Lo peligroso aquí no son los fantasmas, sino los derrumbamientos, las escaleras en mal estado y los hierros oxidados.