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5 palabras del lunfardo tanguero que los argentinos tendríamos que volver a usar

Argentina
by Laura Bernhein 21 Sep 2017

No soy una experta en tango ni mucho menos, pero sí me gusta escucharlo de vez en cuando y dejarme atravesar por su inmensa y multifacética sabiduría, que cada día me suena mejor. Así voy descubriendo términos del lunfardo que ya han entrado o van entrando en desuso, pero que yo he decidido rescatar para mi vocabulario personal. Aquí comparto algunas de estas palabras que me encanta usar, porque tienen un vigor sonoro y visual que no encuentro en ninguno de sus sinónimos. Son, para mi habla, como esos “lindos frasquitos adornados con moñitos todos del mismo color”, a los que no pienso dejar ir en ninguna mudanza.

Otario

Sí, claro que hay otras palabras en nuestro idioma para definir a esa persona inocente, cuya inteligencia es precaria y que resulta presa fácil de los engaños. Pero el otario tiene tiene otra jerarquía en el escalafón de la tontería y es una que está dada por su condición trágica. El otario no actúa jamás con malicia y ni siquiera con picardía. Él es un tonto que lleva su irrecuperable tontera con una asombrosa dignidad. Claro que no hace falta ser un otario a tiempo completo, pero creo que todos hemos tenido momentos otarios en nuestras vidas en los que nos hemos sentido errados, usados, maltratados por el destino y nos hemos lanzado a llorar: “¡Te acordarás de este otario que un día cansado se puso a ladrar!”. (Yira Yira).

Parece que el término viene del nombre científico del lobo marino sudamericano, otaria byronia, un mamífero que camina con cierta dificultad y que suele pasar la mayor parte de su tiempo al sol, sin hacer demasiado. Me pregunto cómo habrá llegado el lenguaje científico a los piringundines de los que nació el tango… ¡Observen esta auténtica cara de otario!

Descangayado

Descolado, destartalado, descuajeringado. Algo o alguien ha tocado fondo y está en un punto del que es casi imposible retornar. Se encuentra en un estado de relajado y dulce patetismo que solo implora que salga el tiro del final.

Un buen ejemplo es la Rubia Mireya, que pasó de ser la estrella de la milonga para terminar como mendiga harapienta (“Viejos tiempos”). Aunque esta imagen de “Esta noche me emborracho” lo dice todo:

Sola, fané, descangayada, la vi esta madrugada
salir de un cabaret, flaca, dos cuartos de cogote
y una percha en el escote bajo la nuez.
Chueca, vestida de pebeta, teñida y coqueteando
su desnudez, parecía un gallo despluma’o
mostrando al compadrear el cuero picotea’o.
Yo que sé cuando no aguanto más
al verla así rajé, pa’ no llorar.

Taura

A diferencia de las anteriores, este término nunca ha sido aceptado por la Real Academia Española, y ya esta es una razón más que suficiente para seguir usándolo. El taura reúne calle, códigos, valentía, astucia y guapeza (tanta guapeza que es capaz de dejarlo todo para seguir a su estrella…). Es una auténtica especie en extinción. El tango “Ventarrón” describe floridamente la trayectoria de un taura que, al parecer, terminó bastante descangayado…

Por tu fama, por tu estampa,
sos el malevo mentado del hampa;
sos el más taura entre todos los tauras,
sos el mismo Ventarrón.

Cachafaz

A diferencia del taura, el cachafaz no es ninguna especie en extinción y justamente los argentinos tenemos muchísimas palabras para definir a este bribonzuelo desfachatado, insolente, pícaro, atrevido y holgazán. Podemos nombrar a quien reúna estas características como piola bárbaro, canchero, chanta, winner, mujeriego, pirata, chamuyero… Yo me quedo con cachafaz porque me gusta como suena.

Pelandrún

A diferencia del otario, el pelandrún o la pelandruna sí actúa con picardía, aunque no tiene la astucia del taura y ni siquiera la del cachafaz. Su intención es obtener beneficios a través de medios non sanctos. Le huye al trabajo, es holgazán y le gusta la vida fácil. Se huele a lo lejos que la caída de este pobre gilastrún va a ser igual de vertiginosa que la subida.

Un ejemplo de la trayectoria del pelandrún es la de Margarita, devenida en Margot, quien -cuando acaben los días de gloria- volverá a lavar ropa con su madre, en el triste conventillo alumbrado a kerosén… “Desde lejos se te embroca pelandruna abacanada…”.