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Personajes únicos que encontrarás al recorrer la Ciudad de México

Ciudad de México
by Rulo Luna Ramos 16 Nov 2014
El hombre de los pajaritos de la suerte.

Ninguna plaza pública alrededor de México es ajena a este personaje: un hombre que trae consigo un par de jaulas de colores estridentes y algunos pájaros dentro de las mismas (comúnmente periquitos y canarios). Los animales son más que un mero atractivo visual, son pájaros mágicos y su magia consiste en predecir el futuro. Futuro que es revelado en forma de un pedazo de papel con alguna predicción genérica que el pajarillo toma de entre un montón de predicciones genéricas a cambio de unos pesos. Tengan cuidado al tratar con estos seres de magia pura, ya que su poder los ha vuelto ambiciosos y a veces entrarán en un frenesí de papelitos y, tal como lo pueden imaginar, tendrán que pagar por cada intervención adivinatoria de “Gurrumina”.

 

La señora de las limpias.

En México algunas personas siguen acudiendo a chamanes y brujos para combatir la mala suerte, atraer el amor, el dinero y librarse de las garras del chamuco. El procedimiento está bastante estandarizado y normalmente incluye una buena madriza con un manojo de hierbas, huevos, un par de oraciones y suficiente incienso como para que huelas a Catedral No. 5 el resto del día. Aunque los servicios chamánicos son más comunes en pueblos y ciudades pequeñas alrededor de México (Catemaco en Veracruz es famoso por sus hábitos brujeriles), también es posible encontrar señoras ofreciendo el servicio de limpias en algunos mercados y plazas de la Ciudad de México (basta darse una vuelta por el Zócalo). El precio de una limpia puede variar, pero tengan en cuenta que si no son marchantes o los ven muy turistas, probablemente les quieran cobrar el precio VIP, y este no incluye ningún trato especial, igual les van a acomodar sus madrazos con las hierbas.

 

El extraño hombre con la piel a prueba de vidrio.

Acaba de salir de la cárcel, está completamente reformado y arrepentido, así que en lugar de asaltarte como lo hubiera hecho en sus buenos tiempos, te mostrará su recientemente desarrollada habilidad para azotarse contra un montón de envases rotos de cerveza a cambio de una pequeña cooperación. Dicho lo anterior, procederá a azotarse (no a recostarse, ¡a azotarse!) a través de un mortal al frente que se ve dolorosísimo y muy poco refinado. Si su objetivo era impresionar, lo había conseguido desde que se presentó armado con una bolsa de objetos punzocortantes. Una aparición común del Metro de la Ciudad de México durante las horas menos concurridas.

 

El siempre odiado viene viene.

A algunas personas se les hace fácil tomar posesión de todo aquello que se les cruce en el camino y los espacios públicos no tendrían porque ser una excepción. Viene viene o franeleros son los nombres con los que comúnmente se bautiza a estos personajes que se han adueñado de las calles de la Ciudad de México (y de muchas otras ciudades) con el fin de cobrar una cuota por estacionarse en sus dominios. ¿Suena irritante? Pues en verdad lo es, y están por todos lados… ¡por todos lados!

 

Los merolicos y su impresionante dominio del lenguaje…

Profesión que ha venido en declive gracias a que cada vez es más difícil hacer güey a la gente (o eso quiero pensar). Los merolicos montan su pequeño e improvisado escenario en mercados, plazas o cualquier lugar con un fuerte flujo de gente. El acto que desarrollan consiste en cualquier cosa capaz de atraer la atención de la multitud: algunos venden productos milagrosos, otros leen la mente de su público y otros tantos se ayudan de animales (aves o serpientes) que, según ellos, tienen algún poder místico. El factor común es el parloteo constante, que generalmente se basa en frases recurrentes, así como un mantra. Algunos minutos después de que comienza la verborrea, la gente no sólo se amontona para verlo, ¡también comienza a darle dinero! Ya sea que le compren aquello que pregona o que le den un “donativo” a cambio de una estampita de la virgen de Guadalupe, que también tiene su dosis de poderes, cómo no. Estos personajes sí que conocen su negocio.

La típica frase mexicana “detrás de la raya que estoy trabajando” es una referencia directa a la línea de gis que el merolico pinta para delimitar su escenario y controlar a la multitud.

 

Junto con sus fieles ayudantes, los paleros.

Ningún acto de merolico estaría completo sin la ayuda de su fiel palero. Es ese personaje que ha sido testigo de los milagros que se prometen o que súbitamente se ofrece a ayudar al merolico con sus experimentos y demostraciones públicas. Ninguna estafa callejera podría subsistir por tiempo prolongado sin la ayuda de este poco conspicuo, pero fundamental personaje.

 

El señor de los camotes y su infernal carrito silbante.

Los camotes y plátanos cubiertos en leche condensada son de esos típicos postres callejeros que pueden encontrar en varias ciudades del centro de México. Se estarán preguntando ¿qué tienen de infernal estos simples dulces? El detalle está en que el distintivo carrito de los camotes funge también como horno de vapor; el vapor que se acumula dentro no sólo ayuda en la cocción, sino que le sirve al señor de los camotes para anunciar su llegada desde distancias inconmesurables. El giro de una válvula es suficiente para que el carrito libere un chorro de vapor que suena como sí se hubieran liberado todas las almas del purgatorio. Créanme, ¡no quieren estar junto a una de estas cosas cuando esto sucede! ¿Será que los camoteros traen tapones para los oídos o todos son parcialmente sordos?

 

El asombroso torero.

Probablemente hayan encontrado una buena cantidad de vendedores ambulantes a lo largo de sus viajes, pero ninguno tan habilidoso y diestro en los artes de la desaparición como el torero. El apodo les viene por el pedazo de tela en el que muestran su mercancía (haciendo alusión al capote del torero), que también les sirve para empaquetar sus cosas y evadir (torear) a las autoridades. Un silbido a la distancia es la señal clásica para que una calle atestada de vendedores quede vacía y libre de toda huella en cuestión de segundos. ¡De esas cosas que tienen que verse para creerse!

 

El siempre presente organillero.

Uno de los sonidos típicos de la Ciudad de México viene del mecanismo de un instrumento alemán: el órgano callejero u organillo. Un conjunto de melodías mexicanas (melodías mexicanas más bien viejitas) se han apoderado del repertorio de estos instrumentos, volviéndose un ícono cultural del Centro Histórico de la ciudad. El organillo siempre está acompañado de dos personas, el que le da vuelta a la manivela y el que pasa la gorra. Ambos personajes se visten siempre de la misma forma: pantalón, camisa y gorra beige, uniforme inspirado en tropas de la Revolución Mexicana.

 

El tradicional conchero.

Vestido a la usanza mexica, el conchero anuncia el inicio de su ceremonia haciendo sonar un caracol. Lo que dará inicio es una danza llena de símbolos y motivos prehispánicos, que es parte espectáculo cultural y parte ritual religioso. El despliegue es bastante impresionante y puede ser ese momento cultural que no estaban seguros si encontrarían en México, pero que siempre quisieron presenciar. La danza dura bastante tiempo y pueden integrarse en cualquier momento si así lo desean. Normalmente encontrarán a estos personajes en las plazas del Zócalo y Coyoacán, y siempre están dispuestos a charlar con alguien interesado en la cultura y tradiciones mexicanas.

 

El vagonero y su mochila lista para la fiesta.

Otro clásico de los vagones del Metro. Este personaje está perfectamente camuflado, entra al vagón al lado tuyo, casual, probablemente se quede así unos segundos, y de repente… le sube con todo al volumen de la mochila (porque también es un sistema de sonido, con subwoofer y todo) y empieza a promocionar las últimas compilaciones de cumbia, salsa, corridos, la discografía de Juan Gabriel, los clásicos de Universal Stereo y esos discos raros de música orquestada al que los se refiere como “música de los dioses”. Lo más impresionante es que en plena hora pico y con todo el armatoste que traen cargando, estos cabrones sean capaces de atravesar el vagón de cabo a rabo sin la menor contrariedad, mientras que tu tienes que luchar durante tres estaciones para acercarte a la puerta más cercana y asegurar tu bajada.

 

El casi extinto cafenauta.

Seguro muchos mexicanos no ubicarán a este personaje debido a especificidades temporales y espaciales. Hace ya algunos años, era una imagen bastante común del Centro Histórico ver personas con tanques de agua hirviendo amarrados a la espalda a manera de mochila. El cafenauta recorría las calles más céntricas de la ciudad poco después del amanecer, sirviendo café caliente a los arrendatarios que estaban a punto de abrir su changarro para comenzar otra jornada. Hoy en día, es muy raro ver algún cafenauta, aunque todavía hay algunos en servicio por las calles cercanas a la Catedral Metropolitana. Siéntete afortunado si te encuentras con algún miembro de esta especie en extinción.