Desde una pedante posición primermundista y con nulos conocimientos nutricionales, suele criticarse nuestra dieta popular de tortillas, frijoles y chile. Aunque es obvio que el consumo de carnes, frutas y otros productos enriquece cualquier régimen alimenticio, en todo caso es equivocado el enfoque discriminatorio de la trilogía que sustenta a nuestro pueblo.
Por qué el chile, el frijol y el maíz son la santísima trinidad de la alimentación mexicana
1. El Maíz
El maíz de las tortillas, como otros cereales, aporta los carbohidratos y así las calorías que se traducen en energía. También tiene proteínas, aunque los aminoácidos que las componen tienen limitaciones en su digestibilidad… pero esperemos al tercer elemento…
2. El frijol
El frijol es una leguminosa que aporta mayores cantidades de proteína que los cereales y con una mejor calidad en sus aminoácidos, aunque algunos de ellos también tienen, en principio, una baja asimilación.
Y aquí entra en acción el tercer elemento de nuestra dieta popular:
3. El chile
Resulta que este fruto no sólo es riquísimo en vitaminas (es el que tiene mayor concentración de ácido ascórbico que se conoce), sino que, además y sobre todo, provoca una alta digestibilidad de las proteínas del maíz y del frijol.
Es decir, el trinomio no es:
«maíz + frijol + chile»
sino
«maíz + frijol x chile»
De manera que el chile no es para los mexicanos solamente un complemento alimenticio, sino un multiplicador nutricional.
Esto lleva a reflexionar (por enésima vez, como en tantos temas) en que la naturaleza es muy sabia, y hay que reiterar entonces la sabiduría de nuestros antepasados quienes, con base en estos tres elementos, desarrollaron culturas tan avanzadas como la maya, la zapoteca, la mexica, entre otras civilizaciones prehispánicas.
Comer maíz, frijol y chile no sólo representa una necesidad cultural para los mexicanos, sino que durante milenios nuestro organismo evolucionó para adaptarse precisamente a estos alimentos lo cual significa que el consumirlos es una necesidad de salud, con beneficios a nuestro cuerpo que difícilmente aportarán otros alimentos chatarra que a veces acostumbramos.
Es así como tenemos una razón más para buscar en nuestro pasado, en nuestra tierra y nuestra historia las respuestas a nuestro presente y para nuestro futuro.
De nosotros depende que nuestro pueblo cobre protagonismo ante el mundo por lo grandioso de su cultura en todos los aspectos, y en este caso uno tan importante como la cultura gastronómica, y sobre todo porque el legado de nuestros antepasados nos vendría muy bien en estos tiempos en que buscamos la identidad que muchos hemos perdido.