Pregúntale a la mayoría de los habitantes de Manhattan cuál es el hogar de sus sueños y van a responderte: “Un departamento de un dormitorio”. En un lugar en el que raramente estás solo por más de dos horas por día, la soledad no es un problema. La verdad es que estar solo es más caro.
Pero mientras que estar solo en la ciudad es un refugio, estar solo en la Naturaleza -realmente solo, sin la compañía de otra persona, sin teléfono (OK, puedes tener teléfono)-, es completamente diferente. No estás recuperándote de la constante estimulación ni estás mezclando tu vida la de miles de personas. En cambio, estás recalculando los márgenes de una sola vida: la tuya.
Y ahí es cuando empieza a sucederte lo siguiente.