Shakespeare escribió que «todo curioso viajero guarda a Granada en su corazón, aun sin haberla visitado». Conocida en el mundo entero. Codiciada durante siglos por monarcas conquistadores. Añorada por los que la perdieron y se marcharon para siempre, dejando su legado de palacios con agua oculta que llora… ¿qué tendrá la ciudad de La Alhambra que nos apasiona? Es tierra soñada por mí, y por todos los que se aventuran por sus rincones, cuya resaca transmite el deseo de volver. ¿Es Granada la ciudad más bonita del mundo?
«Si tuviéramos que visitar una sola ciudad en España, esa debería ser Granada». Ernest Hemingway
Yo aprendí a querer Granada desde bien pequeñita. A 80 kilómetros de mi casa, era esa capital cercana donde resolver asuntos de provincias para los que el pueblo se quedaba pequeño: tráfico, consultas médicas especializadas, dentista, compras especiales para fiestas y eventos, el conservatorio superior de música. Las salas donde chirriaban los pianos alrededor del patio de una casona del siglo XVI y los pasillos parpadeantes del Galerías Preciados son flashes de mi adolescencia que se fueron trasformando en noches de bares y salas de conciertos en la juventud. El Planta Baja. El Ruido Rosa. Ay, Granada. Mi Granada. Cómo te echo de menos desde Madrid…
De Zocos, plazas e iglesias: la tumba de una Reina
… Cómo echo de menos perderme por la Alcaicería, esas callejuelas con olor a cuero, con bolsos y chilabas, el tintineo de la plata vieja labrada en árabe. «Esto es Marrakech», me dijo un amigo la primera vez que la visitó, conmigo haciendo de guía. Ciertamente, sólo el que ha estado en la ciudad más turística de Marruecos advierte la semejanza al otro lado del Estrecho con esas callecitas apiñadas, que parten de Bib-Rambla y desembocan ante la imponente fachada renacentista de la catedral de Granada, la segunda más grande de España.
Fue en uno de esos viajes a arreglar cualquier trámite que mi padre aprovechó para llevarme a la Capilla Real, anexa: «Vamos a visitar uno de los lugares más importantes para la historia de España». Recuerdo quedarme pegada al cristal admirando trajes, cetros y estandartes que pertenecieron a los reyes del «Tanto monta, monta tanto». Descender a la frialdad de la cripta donde verdean las tumbas con sus restos: Isabel y Fernando, Juana la Loca y su indigno consorte Felipe el Hermoso. La llama de una vela que nunca se apaga arde desde los tiempos de la Reina, esa cuya obsesión fue Granada, la joya de la corona, la que había que conquistar y preservar sin derribar un muro, una celosía, dejando intacta su belleza.
La Alhambra, la postal de la ciudad más bonita del mundo
«Todas las ciudades tienen su encanto, Granada el suyo y el de todas las demás». Antonio Machado.
Desde la Capilla Real mis pies caminan a Plaza Nueva. El encanto de esta explanada con músicos ambulantes, palomas, turistas, universitarios despistados… es vigilado por la Torre de la Vela, marcando las horas de los granadinos desde hace 800 años. Aquí empieza la cuesta que sube hasta el Palacio Nazarí. El alma de Granada lo atesora esta ciudad palaciega de estanques, fuentes, salas y jardines, leyendas, cuentos e historias de sultanas, princesas y cautivas, que han contribuido al mito de Granada como ciudad para soñar, para morir de amor y revivir en cada amanecer.
Mi mes favorito para visitar La Alhambra es mayo. El tiempo es soleado sin ser demasiado caluroso. Sierra Nevada resplandece bajo su manto blanco próximo al deshielo. El Generalife es una fiesta de olores y colores rosa y jazmín. En el crepúsculo se ilumina con los tonos pálidos de esos ocasos de primavera, violáceos y dorados, acompañado de cantos de golondrinas perezosas que se marchan a dormir. Las luces del Albaycín se prenden, justo enfrente, al que bajar por la cuesta de los Chinos siguiendo el agua fresca de una acequia. Sí, también ella es el legado de Boabdil.
Un cante jondo en San Nicolás, El Albaycín
«Las horas son allí más largas y sabrosas que en ninguna otra ciudad de España. Tiene crepúsculos complicados de luces constantemente inéditas que parece no terminarán nunca». Federico García Lorca.
Pero si hay un lugar emblemático para contemplar el atardecer en Granada, para enamorarse y profesar que es la ciudad más bonita del mundo, ese es el Mirador de San Nicolás. Atestado de turistas, todos quieren inmortalizar esa foto de La Alhambra bajo el pico del Veleta, con los cármenes de tejados rojos a sus pies. Para subir: el Paseo de los Tristes, mi rincón favorito de Granada, junto al frescor del río Darro. Haciendo un alto en El Bañuelo, donde estrellas de luz iluminan los arcos de capiteles romanos, visigodos y califales donde se purificaban sus habitantes en los tiempos de al-Andalus. Para bajar del mirador, escojo las callejuelas encaladas entre las teterías hasta el Arco de la Elvira, la principal entrada a la ciudad árabe.
A espaldas del Albaycín también es mítico el barrio del Sacromonte, con su abadía y cuevas donde resuena el taconeo de un tablao flamenco en un derroche de energía y talento que a mí me cuesta comprender, por lo ajeno. Ya dije que estudié en el conservatorio clásico, mucho más abajo, junto a Derecho.
Granadinos, ilustres y poetas
Si Granada es la ciudad más bonita del mundo, ¿cómo no iba a inspirar a músicos, literatos, artistas de todos los tiempos? Conquistó a los forasteros… y también a los locales, empapando de esa melancolía de tiempos pasados a las almas sensibles que recorrían a diario sus calles y plazas. Aún se conserva la Casa-Museo de Manuel de Falla, natural de Cádiz, quien se instaló en la capital granadina después de vivir en Madrid y París. Parece que aún resuena el viejo piano con el que acompañaba a su gran amigo Federico, en el carmen de la Antequeruela Alta, número 11.
La Casa Natal de Lorca se encuentra en las huertas de la vega granadina, Fuente Vaqueros, donde Adela, Yerma, Mariana Pineda, heroínas reales e inventadas, cobraron vida de una pluma gritando libertad. Esa que se apagó en la noche más oscura de España, teñida de terror e infamia.
De cañas por Granada: las mil y una tapas
«Granada es el tesoro más preciado de España, una despensa de sabores, de olores y de pasión». Víctor Hugo.
Que Granada también nos encanta por sus bares de tapas no es ningún secreto. Una primera, una segunda… Los bares de la calle Navas junto al Ayuntamiento están a reventar durante el vermut. Los de la plaza de Toros son feudo de estudiantes, donde sirven las más generosas. Y cómo nos gusta esa Granada universitaria, su ambiente de Erasmus, cosmopolita, a pesar de ser una capital pequeña. ¿Mis bares de tapas preferidos? Los de Trinidad.
Granada Ciudad del Rock: cuna del indie
«Puedes buscarme de noche en la carretera, o en lo más alto de la Torre de la Vela, buscando allí todo lo que tú quieras, porque tal vez nos lleven nuestras piernas hasta el mar…». 091.
Yo crecí a ritmo de una guitarra acompañando el solitario baile de un espantapájaros. Las calles de Granada están impregnadas de música. Grandes artistas, pioneros, como Miguel Ríos o Los Ángeles inauguraron una tradición rockera que fermentó en salas pequeñas y alternativas hace décadas. Un movimiento cultural que supo enganchar y engendrar a generaciones de músicos que hoy siguen marcando tendencia en todo el panorama nacional: Los Planetas, Lagartija Nick, Lori Meyers, Niños Mutantes… Incluso se ha creado una nueva ruta: Granada Ciudad del Rock que recoge y promueve esta pasión por la música que nos contagió en la pubertad. Lo siento, amigos, pero los granadinos fuimos los primeros «indies».
Sierra Nevada, la montaña mágica
Granada no sería tal sin su sierra, marco incomparable. Los picos de Sulayr rebasan los tres mil metros mirando a África en los días despejados. Sus senderos se pierden entre una naturaleza majestuosa de lagunas glaciares, neveros, cabras montesas, rapaces y otras especies endémicas.
Carreteras al sur de Granada
Situación geográfica de sierra y mar, su carretera al sur me lleva a un paraíso verde y blanco llamado Alpujarra, en el que aún habitan las brujas… Hasta las orillas azules y soleadas del Mediterráneo: a la costa Tropical de Granada, a mi ciudad Motril.
«La verdad, señora, empiezo a pensar que hay un placer todavía mayor que el de ver Granada. Y es el de volverla a ver». Alejandro Dumas.
Este artículo fue publicado originalmente en La Cosmopolilla y es reproducido aquí con permiso.