En el mundo sólo hay tres: bajo el agua en Hawai, al otro lado del océano en Irlanda del Norte y en México. Es la cañada de Alcholoya, en el estado de Hidalgo, donde se encuentra una de estas tres maravillas de la naturaleza. Trazadas y cortadas con la perfección de una maquinaria de ensueño, las enormes columnas geométricas se elevan para formar el mágico paisaje de los Prismas Basálticos.
Historia de los prismas basálticos
Se dice que hace millones de años, un derrame de lava se vertió al fondo de una cañada de heladas aguas que petrificaron súbitamente el torrente ígneo y así se formaron las peculiares columnas de basalto que engalanan el lugar. Una vez ahí uno se pregunta, «¿y cómo es que todas tienen exactamente cinco caras?». Es un sitio fuera de serie, como sacado de un cuento. Alexander Von Humboldt quedó tan impresionado por tal belleza, que las dibujó a lápiz en 1803 y hoy se exhiben en un museo de Londres.
Cómo es visitar los prismas hoy
Miles de columnas que alcanzan hasta los 40 metros de altura, miles de toneladas de piedra basáltica acorraladas por una obra de cientos de toneladas de cemento para recibir a los visitantes. No obstante, la belleza del destino sigue siendo deslumbrante y la inagotable magia de la naturaleza es el verdadero y absoluto anfitrión.
Al cabo de un rato, uno se sobrepone a la excesiva urbanización del lugar y encuentra en los puentes colgantes y miradores, estratégicamente ubicados, el lugar ideal para contemplar la grandeza del destino: el fluir de las cascadas que a su paso transforman la calidez del basalto en un negro fresco e intenso, las infinitas texturas y acomodos, y el curso del río hasta una apacible poza al final de la cañada, donde empiezan los predios de la hacienda de Santa María Regla.
Una visita a los Prismas Basálticos y sus alrededores es garantía de contacto pleno tanto con la naturaleza como con los legados del hombre; una lección comparativa y además disfrutable para recuperar la memoria de la magnificencia y amabilidad de la madre naturaleza.