1. Dices “vale” más veces de las que creías posible.
Porque el “ok, fino” al que estamos acostumbrados deja de tener sentido. Y porque el “vale” se escucha tanto entre españoles, que es inevitable repetirlo. Eso sí, no perdemos nuestro acento, sólo nos adaptamos a las conversaciones.
2. Empiezas a hablar en su castellano porque no entienden el tuyo.
Los españoles, cuando no te entienden, es que “no se enteran”. Te miran raro si dices “celular” en vez de “móvil”, si dices “resaltador” en vez de “rotulador”, si dices “control remoto” en vez de “mando a distancia”… También causa confusión si pronuncias “wifi” como güaifai (como es correcto en inglés) y no güifi como ellos dicen. Entonces, para evitarnos la cara de incomprensión -como si estuviésemos hablando en chino- cedemos ante su manera de expresarse.