La gente disfruta viendo a las ardillas, pero las odian cuando se comen los cables del internet, del teléfono y de la electricidad.
Crédito: Diana Bracho
Hasta los hidrantes visten de Carnaval…
Crédito: Diana Bracho
E incluso, cuando recién es octubre, ya “huele a Carnaval”…
Crédito: Diana Bracho
En ocasiones la calle se convierte en pista de baile porque los sitios no dan abasto para toda la gente que va a rumbear allí.
Y además, encuentras un lugar como La Troja con más de 45 años de tradición haciendo sonar salsa, y declarado patrimonio cultural y musical de Barranquilla.
Sin razón aparente, la gente se reúne a beber cerveza en los kioskos (o tiendas).
¡¡Hasta los edificios tienen cintura!! (si, claro, me refiero al centro ejecutivo Miss Universo, con sus 19 pisos).
Crédito: Diana Bracho
Los conductores pitan por cualquier motivo, no sólo por el tráfico trancado.
Los arroyos ocasionados por las lluvia podrían arrastrarte o hasta llevarse tu carro.
La gente, lleve la camiseta rojiblanca del Junior o no, siente los resultados de los partidos en la piel.
Se puede respirar la influencia de Gabriel García Márquez…
Y hasta hay monumentos bellísimos que lo honran, como el de las mariposas amarillas.
Crédito: Diana Bracho
No puedes imaginar ni tu tarde ni tu mañana sin el alboroto de las cotorras en las copas de los árboles.
Crédito: Diana Bracho
Escuchas la expresión “noojooodaa” incontables veces al día.
La mayoría de las frases terminan con un “¿qué?”.
Ves a un mimo con voz chillona paseando en los buses.
Las acercas están invadidas de carros.
A toda la comida callejera se le pone salsa de piña.
Se te va toda la quincena pagando los servicios básicos, en especial la electricidad.
Tanto así que tener aire acondicionado es un lujo.
Pero… Estás a punto de derretirte y pasa una brisa.
A veces oyes a la gente quejarse del TransMetro, pero los ves pasando apiñados dentro de él.
Lo bonito del transporte público es que todos los del bus quieren ayudarte a encontrar una dirección.