Vas manejando y te entretiene imaginar que ganas puntos por cada bache que esquivas.
Sientes mucho frío en la mañana, en la tarde sudas por tanto calor y en las noches te mojas porque llueve.
Al terminar una buena noche de fiesta, te premias con unos merecidos tacos de asada y guacamole.
Se te olvida meter la ropa y el Popo te la llena de ceniza.
Sabes que si necesitas una iglesia o un OXXO, solo caminas a la siguiente esquina.
Regresas a la ciudad de un viaje en coche, pasas frente a la Volkswagen y piensas: I’m home.
Muchas personas a tu alrededor entonan un alargamiento de vocales poco sutil « ¿Qué onda guoei? ».
Tienes al menos cinco parientes que estudiaron o trabajaron en la BUAP.
Te llegan visitas de fuera y sólo se te ocurre pasearlas por Africam Safari o la Pirámide de Cholula.
Después de dos pasitas, tus chistes ya dan risa.
No puedes dejar de pensar en comida ¿Por qué todo es tan rico?
Llegas tarde a clase o al trabajo porque decidiste irte en metrobús.
Por más que dices que ya no vas a ir a La Feria de Puebla porque siempre es lo mismo…regresas cada año.
Estás tranquilo porque siempre que lleguen invitados inesperados, puedes alimentarlos con memelas para desayunar, pollo feliz para comer o tacos árabes para cenar.
Puedes elegir restaurantes nuevos frecuentemente porque su esperanza de vida en la ciudad es poquita.
Aunque llevas tantos años viviendo aquí, la ciudad no te deja de encantar. ¡Viva Puebla! 