Si visitaste Teotihuacán, la ciudad donde los hombres se convierten en dioses, conocerás esa sensación de pequeñez que te invade al saber que allí existió, en otro momento de la historia, una gloriosa civilización que aún es un misterio para nosotros.
Al admirar las pirámides del sol y de la luna uno se pregunta cómo se construyeron aquellas magníficas estructuras y, al no encontrar respuesta (como tampoco la encontraron los mexica hace unos siglos), se termina por darle crédito a los dioses o a alguna inteligencia fuera de este mundo.