Photo: Seventov/Shutterstock

18 señales de que creciste en Mérida (Venezuela)

Mérida
by Maholy Rossell 2 Jun 2016

 

1. Entre tú y tus amigos, vale el voto matrimonial de “lo que es mío es tuyo y lo que es tuyo, es mío”.

Es por eso que tus amigos pueden pasarse por tu casa, recostarse un rato en tu sofá, ver qué hay en tu refrigerador y comer esa rica arepa andina que hace tu mamá en la mesa contigo y tus padres. Con un amigo también pueden pelearse, pero en pocos días te invitará a un miche y volverán de nuevo con la rutina, ¡debe ser por eso que nos decimos hermanos!

 

2. Sabes perfectamente que el chocolate caliente forma parte fundamental en la despensa.

Desde pequeño tenías preparada tu taza de chocolate bien caliente todas las mañanas, especialmente en esos días donde la neblina te visitaba por la ventana de tu cuarto. En las noches no podía faltar con los amigos, y con la familia en una tarde gélida de seguro que tenías el termo de chocolate caliente al lado; y aun así se preguntan ¿por qué los merideños somos tan alegres? Si tenemos el mejor chocolate del mundo ¿quién no lo estaría?

 

3. Tienes las piernas bien tonificadas.

En Mérida, dar un paseo por sus calles requiere de habilidades especiales por tantas subidas y bajadas. Especialmente los que están en edad estudiantil o los que habitan las zonas más altas del Estado, de seguro cuentan con las mejores piernas tonificadas de toda Venezuela. Y en un maratón o en una escalada, podemos ganarles fácilmente a cualquiera.

 

4. Te has aventurado a la ruta de los picos y el páramo con tus amigos durmiendo en carpas.

Por lo menos todo merideño en edad adolescente siempre tiene que cumplir con el propósito de escaparse una semana e ir a la expedición más maravillosa de su propia tierra. Si no lo hiciste de adolescente con tus amigos de la secundaria, entonces lo hiciste con tus amigos de la universidad. ¡Seguramente tienes muchas anécdotas que contarles a tus hijos y nietos de esos viajes!

 

5. Para ti, hay algo mejor que cualquier película por pantalla: el cielo estrellado que se ve desde tu lugar.

No nos cansamos de presumir de la belleza de nuestra tierra natal, mucho menos al describir a detalles las constelaciones que podemos apreciar cuando el cielo de noche se encuentra despejado. Un merideño sabe perfectamente que los celulares, computadoras y cualquier aparato pierde el sentido al dejarte llevar por el encanto del firmamento.

 

6. Puedes ser un guía turístico sin necesidad de haber ido a una escuela de turismo.

Mientras que en otros sitios quizás dejen pasar a un turista que se ve desorientado, eso no es válido para ti. Está en tu naturaleza sacar a lucir tus dotes de guía turístico. Y si te cae muy bien, lo más probable es que te le unas a las expediciones de los mejores sitios que visitar en Mérida.

 

7. Y por estar de guía turístico, lo más probable es que tengas más extranjeros que familiares registrados en los contactos de tu teléfono móvil y redes sociales.

Te habrá tocado aprenderte varias expresiones de saludos y despedidas, hablas el inglés un poco mal pero entendible y de seguro que te enamoraste de algún chico/a foráneo ¡esa fue la despedida más difícil!

 

8. Si hasta has invitado a un “extraño” a tu casa…

Cuando alguno de los visitantes foráneos te cae de maravilla pues ya es tu hermano, ¿para qué quedarse en un hotel o en una posada? No, claro que no. ¡Es un hermano! Se puede quedar en casa, conocer a la familia, brindar con un calentaíto o un poco de miche en medio del gélido clima y conocer los relatos más sorprendentes de la ciudad.

 

9. Jamás te quedarás en casa por el mal clima.

Sabes que si te pones a esperar que deje de llover entonces nunca saldrás de casa. Para un merideño no hay “mal clima” en las lluvias, el frío y la brisa refrescante que baja de las montañas: más bien, eso es lo bueno y atractivo de esta tierra. Pero, cuando el sol está clemente, eso si puede ser considerado un “mal clima” por cualquier merideño.

 

10. Sientes que estás pecando con tan sólo decirle “tú” a alguna persona, así que te cansas, tiras todo por la ventana y dejas fluir ese “usted”.

Especialmente cuando escribes, te costará emplear la segunda persona del singular, ese “tú” al que no nos vamos a poder acostumbrar. El peligro acecha cuando viajas fuera de tu región, en las llanuras específicamente donde todos se “tutean” y es muy normal, no sugiere una falta de respeto, tratas de imitarlos pero sabes que no lo haces nada bien.

 

11. Tu deseo de niño era visitar la playa.

En Mérida hay muchos lugares en donde divertirse un buen rato, pasear y conocer muchos pueblos interesantes, pero ¿las playas? Pues, evidentemente no. De seguro que en alguna película, comercial o revista viste esas playas, el sol, la arena, veías que se podían construir castillos. Rogaste a tus padres que el viaje vacacional fuera a la playa, pero lo más probable es que la conociste después de adulto y terminaste como un “camarón”, pues lo que no te contó la TV fue que el sol de las playas venezolanas ¡no perdona!

 

12. Sabes que las fiestas comienzan dos horas después.

Los merideños somos los más educados, pero ¿llegar puntual a una fiesta? No es así como se obtiene el prestigio. Todos saben que si la fiesta comienza a las 9:00 pm y es en zona alta, lo más probable es que llegues al sitio a tiempo para evitar la neblina a tardes horas, pero no entrarás al lugar de la fiesta sino hasta las 11:00 pm porque todo empieza a cobrar sentido después de medianoche, así que en tu opinión llegas a buen tiempo.

 

13. Y no puede faltar el miche o el calentaíto para revivir a los más débiles.

El día posterior a la fiesta de seguro que ese vaso con mala cara te estará esperando para revivirte. Tu simplemente te tapas la nariz y “le das viaje”.

 

14. Ver una persona con ruanas te recuerda a…

Aquella que seguramente te tejió tu abuelita para protegerte del frío, que no te la quitabas ni para dormir, ni siquiera cuando ibas a la escuela y que utilizaste día tras día hasta desgastarla.

 

15. Sabes de agricultura y de ganado aunque no te dediques a ello.

Sería difícil no saberlo, porque si creciste con padres citadinos de seguro que tienes tíos, padrinos, cuñados, primos, y muchos otros parientes que viven en los pueblos cercanos. Nunca te faltaron los fines de semanas visitando a los parientes, corriendo por los caminos de las montañas, correteando a los animales, sacando una que otra cosecha antes de tiempo sin ser pillado. Te sabes la mayor cantidad de flora y fauna que crece en las montañas y por supuesto tienes conocimiento con respecto a los tiempos buenos para sembrar y cosechar, así tal cual como tus abuelos.

 

16. Conoces perfectamente el significado de la palabra “toche”.

Jamás aceptarás que se refieran a ti con esta palabra, pero tú si la puedes decir todo el tiempo, mucho más cuando alguien realmente te molesta o es, según tu criterio, un poco tonto. Entre hermanos (amigos) es muy normal que se jueguen con el “pues ¡no sea toche!”, pero si se trata de un desconocido o alguien que no te agrada, sabes que la discusión no terminará nada bien.

 

17. Si te llaman “gocho” puedes utilizar la palabra “toche” y tomar venganza.

Sabes perfectamente que si alguien te llega a llamar “gocho” entonces no es del territorio, probablemente sea de alguna otra región del país, quizás esta persona no lo haga con mala intención, pero tú simplemente por tomar venganza le dices “si toche, dígame ¿en qué le puedo ayudar?” Porque el simple hecho de llamarte “gocho” te hace hervir la sangre, es como decirle “toche” a esa persona que no te cae bien.

 

18. Y con una ronda de miche todo se arregla.

El malentendido se puede compensar con una ronda del mejor miche, hasta el peor de tus enemigos se volverá tu hermano. Simplemente haces “borrón y cuenta nueva”.

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