22 señales de que creciste en Santiago de Chile

Chile
by Loreto Riveros 1 Sep 2016

1.

El gran panorama de los fines de semana era subir cerros con la familia, llegar a la cima y celebrar comiéndose unas tritón :)

Me encanta #diadebici #cerrosancristobal #casual #porrazo #hechapico #feliz #instachile

A photo posted by Ma fernanda valdes santander (@maria_fernanda_valdes) on

 

2.

Y tanto cerros alrededor (el San Cristóbal, el Santa Lucía, el Manquehue, el Pochoco, El Plomo) te convirtieron en un fanático de observar y de subir cerros, donde quiera que vayas.

 

3.

Te emocionan los teleféricos. Así es… cualquier cabina/huevo metálico con ventanas, suspendido con cables en altura, te acelera el corazón.

 

4.

A pesar de haber experimentado nervios cuando el huevito pasaba por cada torre y todo temblaba, hoy ya no encuentras la hora de volverte a subir al teleférico del cerro San Cristóbal, ¡después de que ha estado tantos años cerrado!

A photo posted by Ignacio (@chile_earth) on

 

5.

En el colegio siempre tuviste que ensayar la famosa “operación deyse” y meterte debajo de las mesas rápidamente hecho una bola -y de paso ver todos los chicles pegados ahí abajo-.

 

6.

Confías en las estructuras antisísmicas de Santiago, así que si es un temblor bajo 6 ya ni te inmutas y nada realmente pasó. Y ojo que tú ya sabes más o menos de qué grado fue el temblor solamente con sentirlo; el sismógrafo está totalmente incorporado en nosotros.

 

7.

Ya te sabes el paseo a la Cascada de las Ánimas en el Cajón del Maipo de memoria… pero igual te sigue gustando ir.

A photo posted by Alondra (@x.alondracaceres) on

 

8.

Eres inmune a los malls y sabes que mucha (mucha) de la vida cotidiana de Santiago ocurre en torno a ellos: no te espanta tener que ir al doctor en el mall, o al correo, al cine, al gimnasio o a un restaurante “más fino” allí.

 

9.

Y aún recuerdas los comienzos del imperio de los malls, ya que fuiste testigo de los pequeños, como el Apumanque y los Dos Caracoles de Providencia.

 

10.

El Transantiago marcó un antes y un después en tu vida.

 

11.

Y hasta diría que lo odiaste cuando recién empezó…. Para ti, no había nada como andar por todo Maipú, Santiago centro, Providencia y La Reina en la 240. Tomar un sola micro y hacer un solo recorrido sin cambiarse era lo máximo, ¿o no?

A photo posted by Daniel (@driverosf) on

 

12.

El “Chile en miniatura” de Mundo Mágico, la “Monga” de Fantasilandia, y las camas elásticas/ponis de Mampato tienen un lugar especial en tus recuerdos.

 

13.

Es más: asocias el subirse a los cisnes, a los autitos chocadores, a la rueda, a las tacitas que giraban y a tirarse en el tobogán arriba de sacos en el Mampato… con un leve olor a «caballo» (que en verdad era olor a caca de poni).

A photo posted by Carolina Arias (@carito_mia) on

 

14.

A su vez, esto significa que en tu vocabulario, el olor a caca de equinos para ti es olor a “Mampato”.

 

15.

Estás acostumbrado a orientarte en la gran ciudad con sólo mirar la cordillera (y te hace falta si no está….ya te perdiste cierto?).

 

16.

Si creciste en Santiago, sabes apreciar el valor de una plaza con columpios, balancines y «refalines».

 

17.

Extrañas los almacenes de barrio, con todo su encanto y familiaridad… pero igual te gustan el Jumbo y el Líder.

A photo posted by Daniel (@driverosf) on

 

18.

Todavía recuerdas como alucinaste con la llegada de la comida rápida gringa y en especial de ese primer McDonald’s al lado del Parque Arauco (con juegos y personajes tipo “Disney”, la cajita feliz con juguetes y el mágico “automac”).

 

19.

El portal Lyon puede que haya sido incluso tu segunda casa en una época -ya sea para comprar mangas, hacerte piercings y tatuajes o comprar ropa “alternativa”-.

A photo posted by Benjamin Fierro (@fierro7_7) on

 

20.

Desarrollaste una paciencia suprema cuando se trata de un taco (y aún recuerdas la época de las pre-autopistas concesionadas). Tocar la bocina no te importa, y hasta puedes encontrar programas de radio dedicados a entretenerte por mientras.

 

21.

Creciendo en Santiago, el metro creció contigo. Y cuando se abrió la línea 5 había que ir a andar en metro sólo por conocerla.

 

22.

Y no importa viajar como si fuera en una lata de sardinas, que el «aire acondicionado» de las estaciones sea un ventilador que tira agua, o el gentío en las horas altas. Estás orgulloso del metro y lo cuidas como si fuera tuyo.