Lo agradecen, lo ríen, lo nombran mágico. Lo preguntan. Lo huelen. Está ahí, quieto. Con su yerba y su agua humeante, con su espuma y bastones flotantes, con su azúcar y edulcorante y stevia y yuyos y cáscaras de naranja. Está ahí e intriga. Y lo que intriga, despierta.
*
Me moría por un mate. Pero estaba en Sicilia, y sola, y qué pensarán y qué piensan. Me senté en una plaza y saqué y preparé todo con timidez. Alrededor todos parecían ser locales; unos se manifestaban contra Boko Haram con carteles y altavoces, otros charlaban entre sí y otros simplemente circulaban. Y yo ahí, desplegando mi yerba misteriosa.