Es un hecho innegable que el clima año con año se vuelve más extremo e impredecible. Somos testigos del poder de la naturaleza y es entonces cuando reconocemos nuestro verdadero lugar en la tierra. Nos damos cuenta de lo frágiles que somos y de la poca preparación que tenemos para afrontar estos sucesos, los cuales no son nuevos y que se han venido sufriendo desde hace milenios.
Un ejemplo muy claro son las inundaciones que están teniendo lugar en la Ciudad de México, que podrían parecernos un acontecimiento fuera de lo común pero que, sin embargo, se trata de un problema que los mismos mexica enfrentaron. Claro que estos, gracias a la capacidad de sus ingenieros, fueron capaces de superarlo. ¿Cómo? Te vas a sorprender…
Al igual que muchas otras ciudades en el mundo, Tenochtitlán luchaba constantemente contra el agua y por ello, una vez consumada su independencia, uno de los primeros proyectos de Moctezuma Ilhuicamina fue proteger la ciudad de las inundaciones.
En aquellos ayeres, el lago de Xochimilco, así como los otros cuatro que rodeaban a la gran urbe, se alimentaba de manantiales, por lo que no había ríos o riachuelos y, si llovía lo suficiente, el nivel del agua subía y se desbordaba por la tierra y por la ciudad. Esto era un grave problema, sumado además a que en estos lagos había una combinación de aguas dulces y de aguas saladas, y es precisamente en medio de esa fusión donde los mexica comenzaron a construir su ciudad, pero no por gusto o capricho, sino que ahí es donde se lo habían permitido años antes cuando aún eran vasallos.
El crecimiento de Tenochtitlan trajo consigo el incremento de problemas en todo sentido. Uno de ellos fue la falta de planeación urbanística, y eso fue exactamente lo que pasó a mediados del siglo XV, cuando una inundación de proporciones catastróficas barrió con la ciudad. La increíble urbe quedó casi destruida, y los mexica tuvieron que depender una vez más de sus ingenieros y de uno en particular.
Moctezuma apeló a la ayuda de su antiguo aliado Netzahualcóyotl, señor de Tetzcuco, para proteger la ciudad que estaban construyendo en el lago. El diseño de Netzahualcóyotl lo convertiría en uno de los mejores ingenieros del continente americano y, por qué no decirlo, del mundo.
Su plan era crear una zona de seguridad alrededor de la ciudad, con un enorme dique que protegería Tenochtitlán y a sus habitantes. Fue diseñado para ser una de las mayores obras que hubiera en las Américas en ese momento. Con una longitud de 16 kilómetros, al este de la ciudad, desde el extremo sur del lago, y hasta el norte, justo donde se juntaban las aguas saladas y dulces y causaban un problema de pantanos que contaminaban esa zona.
Nezahualcóyotl dispuso este gran dique con compuertas situadas cada cierta distancia que se abrían y se cerraban, dependiendo del nivel del agua, de un lado y del otro. Aquella fue una obra de extrema inteligencia, pues a su vez las condiciones insalubres del ecosistema mejoraron notablemente, ya que las especies de un lado y del otro pudieron vivir sin la contaminación que antes se provocaba.
Los muros fueron un trabajo de cestería, hechos de palos, juncos, piedras y tierra. Como el lago era poco profundo, el dique sólo tenía 3,70 metros de alto, aunque el ancho era de 8 metros. Existían supervisores que verificaban los niveles del lago así como el funcionamiento correcto de las compuertas y el buen mantenimiento del dique.
Con la llegada de los españoles y la destrucción de Tenochtitlan y las ciudadelas a su alrededor, el dique se dio por desaparecido y los siguientes siglos los invasores tuvieron que sufrir con las inundaciones. La mejor solución que encontraron fue la de rellenar el lago con tierra y seguir construyendo la actual Ciudad de México.
Ahora sabes un poco del origen de los problemas a los que se enfrenta la urbe y, si de pronto sientes que aquella ciudad parece un lago, bueno, es que en realidad lo era.