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Todo lo que tienes que saber sobre Tajín, la ciudad del trueno en Veracruz

Veracruz-Llave
by Xiu 13 Aug 2018

Entre la niebla y la vegetación exuberante asoman los vestigios de la extinta ciudad de Tajín, en Veracruz, perteneciente a la cultura totonaca. Su grandeza nos brinda solo una pista de la vasta sociedad que alguna vez la habitó.

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El Tajín pertenecía al Totonacapán, que era una confederación de reinos independientes. Su nombre se puede traducir como “tres corazones”, ya que estaba conformada por el Tajín, Papantla y Cempoala.

El Tajín (que significa “trueno”) reboza de vida gracias al permanente color verde de su entorno y a los sonidos de los animales que lo habitan. El nombre de la urbe fue en honor al dios del trueno, que tiene su hogar en las nubes de donde proviene la lluvia, por lo que esta ciudad es una representación de una ciudad en el cielo donde habitan los dioses.

Luego de la caída de Teotihuacan, Tajín llegó a ser la ciudad más importante del noreste en el México prehispánico y su influencia llegó hasta la costa del golfo y se extendió hasta la región maya.

Cuando uno visita El Tajín, se encuentra con una arquitectura única, caracterizada por grandes columnas y frisos. Un ejemplo de su magnificencia es la llamada pirámide de los nichos.

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Sin embargo, el poder emergente de Tajín no pudo mantenerse pues, como recordarás, los mexica llegaron a irrumpir el escenario sociopolítico, lo cual echó abajo las ambiciones expansionistas de los demás reinos.

Fue precisamente por el dominio mexica que los grandes reinos rivales se sometieron al poder de la triple alianza, antes que perderlo todo. Así fue que, cuando llegaron los españoles, estos representaron una oportunidad de alianza que les permitiría retomar su camino o, al menos, eso consideraron los totonaca, quienes no dudaron en unirse a Hernán Cortés en su plan de conquista, aportando 1500 soldados.

Si bien el plan no resultó según lo esperado, pues los españoles vinieron a ser los nuevos tiranos, los totonaca sí pudieron mantener el orgullo de haber participado en la caída de Tenochtitlan.

El Tajín fue la ciudad en la que Cortés consiguió una de sus primeras alianzas y, a decir verdad, ya se encontraba bastante disminuida en poder a la llegada de los españoles, por la decadencia que inició a partir del siglo XI y que a lo largo de 200 años terminó con su paulatino abandono. Por ello no fue necesario destruirla.

Su existencia fue prácticamente un secreto hasta que, en 1785, el funcionario español Diego Ruiz se encontró con la famosa pirámide de los nichos mientras buscaba sembradíos ilegales de tabaco. De la pirámide no obtuvo mayor información por parte de los nativos, lo que suponía que ocultaban aquellas ruinas a propósito.

Las excavaciones comenzaron recién a mediados del siglo XX y los descubrimientos fueron impresionantes. Se han encontrado hasta la fecha 17 juegos de pelota en sus 10 kilómetros cuadrados.

Los edificios de su centro ceremonial fueron construidos de forma escalonada y se cree que se situaban según el estrato social de los habitantes. Al sur, basamentos piramidales, juegos de pelota y plazas públicas; y al norte el llamado Tajín Chico, donde se albergaban los palacios administrativos que son hoy un deleite para cualquier viajero. El edificio más representativo es la pirámide de los nichos, que cuenta con 365 pequeños huecos a su alrededor, que simbolizan los 365 días de duración de un año.

El Tajín estaba destinado a la grandeza, pues hoy en día es sede de uno de los 100 festivales culturales más importantes del mundo llamado “Cumbre Tajín”. Se celebra anualmente durante los días previos al equinoccio de primavera, con la misión de exponer al mundo la riqueza cultural totonaca.

En el parque Takilhsukut, por ejemplo, a un kilómetro de El Tajín, se llevan a cabo diversos foros para conocer más del arte nativo y, en el zócalo de Papantla, se desarrollan talleres, ceremonias, juegos, bailes, conferencias, exposiciones de arte y rituales, todo relacionado con la cultura originaria. El evento principal, sin duda, es aquel que se ofrece en la pirámide de los nichos: un espectáculo de luces y sonido en el que la pirámide es decorada con la historia y grandeza de la cultura totonaca.

Es por todo lo anterior que El Tajín fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1992 ¡y vaya que lo tiene bien merecido!