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En el mundo mesoamericano, el tatuaje era un signo de importancia reservado para los nobles, los sacerdotes y los guerreros más valerosos. Se combinaba con la costumbre de pintarse la cara y el cuerpo, la mutilación dentaria, la escarificación en el rostro y los hombros, la horadación de labios, de tabiques nasales y de lóbulos para portar bezotes, las narigueras y orejeras de oro, cristal de roca, obsidiana, piedras verdes, madera o barro.