El maestro Guillermo Marín es reconocido por su labor y su filosofía en cuanto a la cultura nativa se refiere y, en el entramado de grandes ideas, nos regala una muy novedosa sobre Tláloc, el señor de la lluvia.
Tláloc, asegura Marín, no puede haber sido el dios del agua para la milenaria civilización del Anáhuac, y da los siguientes motivos: primero, debemos pensar que una civilización que había descubierto el maíz, el uso del cero matemático y que conocía perfectamente la mecánica celeste, no podía ser adoradora del agua.