Una escena impresionante que debieron haber observado los conquistadores españoles al entrar por primera vez en las calzadas y los canales de la gran Tenochtitlan: colores de plumas de aves extrañas y piedras preciosas integraban los diseños y las texturas de los ropajes de esa gente desconocida para los europeos.
Los relatos de los invasores describen los tocados y las joyas de los nativos y las joyas de oro que portaba el gobernante. Algunos se deslumbran con la opulencia de las tierras recién conquistadas, otros se detienen a examinar piezas únicas de labrados extraordinarios, pero todos coinciden en el colorido y la diversidad de diseños de los textiles y el arte plumario.