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10 cosas que aprendí cuando me fui de Almería

by Eva Castillo 23 Mar 2020

Dejar tu ciudad natal en busca de otras oportunidades no es moco de pavo. Puede parecer una aventura trepidante llena de cosas nuevas, gente por conocer y lugares desconocidos que visitar. Aunque la mayor parte del tiempo es así, también tiene una cara opuesta y, como todo en la vida, es cuestión de aprender. Así pues, estas son las 10 cosas que aprendí cuando me fui de Almería y que pueden servirte de ayuda si tú también te lo estás planteando.

1. El sol no brilla igual en todos sitios

Aprendes que, por mucho que subas la persiana, las horas de luz nunca serán las mismas. Almería, con una media de 2.994 horas de sol al año y 108 días totalmente despejados, es la provincia más árida de Europa. Cuando vives fuera y un día tras otro, por ejemplo en invierno, ves que el sol no aparece y que todo es tenue y sombrío, aprendes la primera lección: la falta de luz será un enemigo que intentará hundirte, no te dejes vencer.

2. El GPS se convirtió en mi aliado

Hacerse con calles y carreteras nuevas cuando conduces puede resultar algo caótico. Almería, ciudad pequeña, no cuenta con grandes avenidas ni con autovías de 3 o 4 carriles y, aunque es la ciudad de las rotondas por antonomasia, cuando sales de ella y ves en tu nueva ciudad que dentro de una misma rotonda hay varios cruces, semáforos y carriles, algo parecido al pánico puede sobrecogerte. Lección número dos: hazte amigo del GPS si utilizas el coche (incluso andando) o perecerás en una gran ciudad.

3. Acepté sí o sí otras costumbres

Aunque al principio te pueda chocar que no haya tapas gratis, o sus precios puedan parecerte desorbitados, que la gente sea más casera y no ver siempre terrazas llenas de gente, que el camarero no vaya a atenderte a tu mesa o si lo hace que te lo cobren a parte, que la gente salga más temprano a tomar algo y se recoja antes, o cualquier otra costumbre distinta a las que tenemos los almerienses; al final acabarás cediendo sí o sí. No te queda más remedio, aunque lo intentes no vas a cambiar nada ni a nadie porque cada lugar tiene su particular rutina que hace que tenga su propia esencia. Lección tres: cuanto antes aceptes los hábitos de tu nueva ciudad, antes te acostumbrarás y al final todo te parecerá normal.

4. Hacer nuevos amigos a veces no fue tan fácil

Aunque seas una persona extrovertida —como es mi caso—, no siempre te será fácil conectar con alguien de fuera de Almería. Dependiendo a la ciudad o pueblo al que te mudes, y por supuesto que no siempre es así, si se da el caso de que sus habitantes son algo más introvertidos, el que llegues tú con aires del sur repartiendo sonrisas y derrochando alegría no siempre puede resultarte efectivo a la hora de hacer nuevas amistades. Así, la lección número cuatro es: primero tantea el terreno, en Almería puedes hacer mejores amigos en la cola del pan, en otras ciudades confórmate con que el panadero te dé los buenos días.

5. A ser paciente

Hacerte con el estilo local, con el transporte público o con las reglas para aparcar en tu nueva ciudad, por ejemplo, a veces puede llegar a desesperarte. Cuando sales de una ciudad cómoda como lo es Almería y te encuentras con un barullo de ciudad que no esperabas, esto puede hacer que te conviertas en el señor de la desesperación. Lección número cinco: la paciencia es una virtud.

6. No necesitas tantas cosas

Cuanto más lejos te vayas, mejor. Lo digo por hacerte ver que a veces deshacernos de cosas, algunas materiales, nos cuesta mucho. Pero cuando te vas a una ciudad bien lejos a la que no puedes llevarlo todo te das cuenta de que tienes demasiadas cosas que no necesitas. De hecho, hay ciertas cosas que con el tiempo ya ni recuerdas que las tenías. Lección seis: no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.

7. A veces sientes miedo

Aunque seas una persona valiente y decidida, si has optado por irte de Almería y empezar desde cero en otro lugar, sobre todo al principio, puedes tener momentos de duda. Porque aunque lo lleves todo planeado, nada más llegar puede que te hagas cuestiones del tipo: ¿por dónde empezar? ¿Y ahora qué? ¿Y si no va bien? ¿Cómo hago esto o lo otro? Pero tranquilo, con tu buena actitud, tu perseverancia y tu buen carácter almeriense estoy segura de que podrás superarlo. Si finalmente no es así, Almería siempre te esperará. Lección siete: tener miedo es bueno, te ayuda a mantenerte alerta y a buscarte la vida rápidamente.

8. A recuperar cierta paz mental

A veces hay ciertas cosas que nos preocupan demasiado, ya sean problemas personales, profesionales, o de cualquier otro tipo. Cuando me fui de Almería con el tiempo aprendí a dejar todo eso atrás o a un lado pues empezaba una vida totalmente nueva y no tenía tiempo para pensar en todos esos problemas. No es que te esté animando a marcharte de tu ciudad si tienes algún problema de este tipo, sino que, a veces, mudarte de ciudad hace que todas esas cosas parezcan nimias porque estarás entretenido haciendo otras nuevas. Lección ocho y frase existencial: cuando empiezas a disfrutar más y a preocuparte menos, te das cuenta que todo es más sencillo.

9. Descubrí hobbies que nunca antes me había planteado

Una manera de conocer gente o nuevos entretenimientos mientras te haces con tu nueva vida en tu nueva ciudad es practicar algún hobby. En mi caso opté por actividades que nunca antes me había planteado cuando vivía en Almería como por ejemplo el yoga y la pintura. Si todo es nuevo, ¿por qué no tener también pasatiempos totalmente diferentes? Lección número nueve: grandes recorridos comienzan con un solo paso.

10. Y aprendí que todo se puede tener en esta vida

Viniendo de Almería, en donde el clima es suave todo el año y hay una gran de diversidad de opciones (playa, montaña, desierto, cultura y una variada y rica gastronomía); en donde la vida pasa más lento, la relaciones son más interpersonales y los habitantes tienen un carácter difícil de imitar, siempre alegres y guasones, te darás cuenta de cuánto tenías y ahora cuánto ya no. Pero de todo se aprende y la lección diez y última dice: saber vivir y disfrutar de la vida es parecido a ser un árbol que ha de poder cambiar las hojas, pero sin perder nunca las raíces.