1. Nuestra relación más compleja y tormentosa es con la lluvia
La definición de amor-odio más clara, el ejemplo de «ni contigo ni sin ti» más apasionado. Los meses sin lluvia, como los que tuvimos hace nada, nos duelen y nos ponen nerviosos. Se nos secan la piel y los montes, nos pican la garganta y los embalses. Echamos de menos esos días de piedra mojada y paraguas, llegamos hasta a añorar una buena ciclogénesis explosiva, esos días de temporales en los que salimos en la televisión nacional. El primer día de lluvia respiramos aliviados. El tercero ya nos quejamos como si llevásemos meses sin ver el sol.
Con el calor, por otra parte, nos pasa lo mismo. Al segundo día de más de 30 grados —tras meses suspirando por temperaturas altas— nos sentimos abafados y no somos capaces de dormir. (Recordemos también que la provincia de A Coruña tiene la temperatura umbral de ola de calor más baja de España: a partir de los 26.2 grados ya se pone en marcha la alerta).