1. La gente no tiene apellidos
No en el sentido tradicional, al menos. A diferencia de otros países, los apellidos no pasan de generación en generación, sino que se componen del nombre de pila del padre o de la madre y la terminación “son” (hijo) o “dóttir” (hija). Esto quiere decir que un hermano y una hermana jamás compartirán el mismo apellido. Si ambos son hijos de un sujeto llamado Berg (sí, hay gente llamada Berg), el chico será referido como Bergson y la hija como Bergdóttir.