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10 diferencias esenciales entre viajar a solas como hombre y como mujer

by Dann Castillo 23 Nov 2017

1. ¿Y para cuándo la boda?

Aunque tanto hombres como mujeres hemos sido sometidos a esta pregunta por parte de la tía chismosa de la familia, lo cierto es que para muchas viajeras, una de las mejores formas de permanecer segura en el extranjero es… ¡estar casada! O al menos aparentarlo.
Mi amiga Joanna tuvo que comprarse un anillo falso durante sus viajes por África para evitar las proposiciones indecorosas que le llovían por el camino. Fabiola, por su parte, fingió una propuesta de matrimonio en su hotel de Turquía para cesar con el acoso que sufría por los hombres de los alrededores. Es triste, pero las mujeres aún siguen siendo vistas como propiedad en ciertos lugares del mundo y la única forma de detener los avances de otros hombres es fingir que ya son propiedad de alguien más. Los chicos viajeros lo tienen más fácil en este rubro. Después de todo ¿cuándo fue la última vez alguien les ofreció veinte camellos a cambio de su mano en matrimonio?

2. El periodo

La verdad es que si los hombres son ya de por sí afortunados por no experimentar las molestias de la regla en la vida rutinaria, lo son aún más al no vivir las desventuras de Andrés durante la vida nómada. Viajar cuando estás en tus días es un asunto bastante incómodo. Sin embargo, además de los cambios de humor psicótico, los cólicos asesinos y el monstruo piscópata en tu estómago que te pide chocolate cada cinco minutos, la regla viene con implicaciones agregadas en algunos lugares del mundo.
En algunos sitios de Asia y en algunas religiones ortodoxas, las mujeres no pueden entrar a templos o lugares de oración durante esos días del mes. Además, hay varios países donde aún es muy difícil conseguir tampones o toallas sanitarias, así como medicamentos contra el dolor. Como si uno no lo pasara ya suficientemente mal durante esos cuatro días…

3. El código de vestimenta

No es sorpresa que los códigos de vestuario en ciertos países son más estrictos con las mujeres que con los hombres. Especialmente cuando hay motivos religiosos de por medio. Aunque como turistas no siempre estamos obligados a seguir las normas del vestir (como usar hijabs u otras prendas para cubrir el cuerpo), hay sitios que son imposibles de visitar a menos que te apegues a las normas.
Cuando fui a la Basílica de San Marcos, un bello día soleado con 35 grados a la sombra, en la entrada me obligaron a comprar dos trozos de tela para cubrir mis hombros y piernas. ¡Y encima me costaron dos euros cada uno! Mientras tanto, muchos chicos entraban al santuario religioso en shorts sin mayor problema. En India, incluso el ministro de turismo ha recomendado que las chicas no usen faldas o vestidos al visitar al país como una medida para prevenir ataques. Y pesar de que ciertos países asiáticos no prohíben explícitamente usar bikini en la playa, muchas amigas me han dicho que prefieren cubrirse para evitar miradas indeseadas o, incluso, fotografías tomadas a escondidas por parte de los locales.

4. El acoso callejero

Desafortunadamente, esto es algo que sufren mayoritariamente las chicas. Aunque al ser mexicana no soy ajena al acoso callejero, me he topado con situaciones un tanto peliagudas mientras viajaba sola por Europa el verano pasado. En Ámsterdam, un sujeto me siguió por toda la ciudad después de que le pedí que me tomara una foto en los canales y una amiga tuvo que encarar a un susodicho en Bruselas después de que le gritó una serie de comentarios lascivos en la calle. Y bueno, ni qué decir de las veces que a mi prima le ofrecieron una buena suma de dinero por su virginidad cuando se aventuró sola por Nigeria. No estoy diciendo que los hombres no pueden enfrentarse a situaciones peligrosas por las calles de un país extranjero, pero el acoso sexual sigue siendo un problema principalmente femenino.

5. La píldora anticonceptiva

Sí, sé que muchos me dirán que existen los condones, pero las chicas necesitamos la píldora para mucho más que prevenir embarazos y conseguirla en el extranjero nos puede traer muchos dolores de cabeza.
Descubrí de la peor manera que, a diferencia de México, en muchos países uno no puede comprar pastillas anticonceptivas en cualquier farmacia. Especialmente en Europa, es particularmente difícil conseguir las píldoras sin una receta médica. Necesitas formar parte del seguro social del país, conseguir una cita (que puede tardar un buen tiempo en llegar) y llevar la orden a una farmacia. Si no tienes seguro, deberás pagar una consulta privada que te hará llorar al ver tu cuenta de banco.

6. El alcohol

Tanto hombres como mujeres debemos ser conscientes al momento de beber alcohol. Eso no lo pongo en duda. Sin embargo, las chicas corremos el riesgo de sufrir más agresiones sexuales bajo sus efectos o de que nos pongan algo en la copa mientras estamos en un bar o en alguna fiesta. Aunque he escuchado de historias donde también a los hombres les adulteran las bebidas, lo cierto es que las probabilidades vuelven a las mujeres más vulnerables a este riesgo, especialmente si visitas algún país donde claramente luces como extranjera o donde existen redes activas de tráfico de mujeres.

7. La elección de países

Hay muchos países inseguros… pero hay muchos países que son particularmente inseguros para las mujeres. Existen muchos estereotipos falsos, por supuesto y conozco chicas que han ido a los lugares con más mala fama en el mundo y han regresado sanas y salvas, pero una lo piensa dos veces antes de aventurarse a ciertos sitios, especialmente viajando sola.
Yo moría de ganas de ir a Turquía y a Marruecos, pero viarias amigas que ya han estado en el país me recomendaron no viajar ahí por mi cuenta y, preferentemente, reservar la visita con un grupo, ya que la cantidad de acoso que recibieron volvió su viaje muy incómodo. Mis amigos viajeros, por su parte, tienen menos reparos al momento de escoger sus destinos y, aunque están conscientes de los riesgos de ciertos lugares, tienen más libertad para visitar un lugar sin sufrir atenciones innecesarias por parte de los locales.

8. El toque de queda

Mientras que mis amigos mochileros dependen del dinero o de qué tan buena está la fiesta para determinar a qué hora vuelven, cuando yo viajo sola trato de regresar a mi alojamiento cuando aún hay locales abiertos y gente en las calles. Depende mucho del país donde te encuentres, claro, ya que mientras en lugares como Suecia yo me fui de fiesta hasta la mañana siguiente sin ningún problema, hay países (como India) que alientan a las mujeres a volver a casa temprano por su propia seguridad. Aún así, en mi experiencia, la mayoría de mis amigas mochileras son más conscientes al momento de elegir una hora para volver a casa y siempre tienen toques de queda más tempraneros que mis amigos viajeros.

9. Los privilegios extra

Aunque viajar como una mujer sola puede traer ciertos obstáculos, también es verdad que hay veces donde las viajeras tienen más privilegios que los viajeros. Hay autobuses o trenes musulmanes donde existen asientos reservados únicamente para las mujeres o restaurantes con secciones exclusivas para las féminas y sus familias. Estos arreglos se derivan de las situaciones de acoso, por supuesto, pero marcan más las diferencias entre ambos géneros.
Además, en muchos países la vida nocturna es más barata para las chicas. Mientras que los hombres tienen que pagar altos precios para entrar a los bares o antros de la ciudad, las mujeres tienen covers gratuitos o bebidas gratis para sus salidas sociales.

10. La violencia

Mientras que las mujeres son más vulnerables a sufrir asaltos sexuales en las calles, estadísticamente, los hombres tienden a ser más propensos a ataques violentos en lugares públicos por parte de otros hombres. Hay ciertos países donde el contacto visual entre hombres puede ser considerado provocador y generar respuestas agresivas o donde el tener aspecto extranjero puede ser intimidante o amenazador.
Mi novio me cuenta que mientras viajaba por Polonia decidió cederle su asiento a una señora en el transporte público. El detalle no le hizo gracia a un grupo de locales que lo acusaron de traer sus costumbres extranjeras al país y hacer quedar mal a los polacos. Aunque éste es sólo un caso aislado, el punto es que el exceso de testosterona puede hacerles pasar un mal rato a nuestros amigos viajeros.