La ayahuasca es una medicina vegetal que se utiliza con frecuencia en rituales y ceremonias de los pueblos amazónicos. Por sus propiedades psicoactivas, el brebaje ha cobrado cierta popularidad entre los viajeros, que acuden a las comunidades en la selva para sanarse o para profundizar en el mundo de las energías, el inconsciente y la cosmovisión amazónica.
11 cosas que aprendí la primera vez que tomé ayahuasca
En 2015 me aislé en una cabaña a orillas del Río Mayo, en la selva de Perú, para tomar, junto a otras dos personas y nuestro chamán, esta bebida, también llamada la “soga de los muertos”. Esto es lo que aprendí de aquella experiencia.
1. La ayahuasca no provoca alucinaciones, sino que te lleva de viaje al inconsciente.
Por su composición química, la ayahuasca es considerada una sustancia enteógena y no alucinógena, lo que significa que el estado de conciencia alterado que produce nos conecta con nuestra parte más espiritual. Etimológicamente, “enteógeno” significa “ser inspirado por los dioses”. Es por eso que habitualmente se toma para llegar a conectar con partes dormidas o bloqueadas en nuestro inconsciente o para conectar con lo sagrado del mundo.
2. No es la ayahuasca la que produce el “viaje”.
La sustancia psicoactiva que modifica nuestro estado de conciencia es el DMT y no se encuentra en la soga de ayahuasca, sino en las hojas de un arbusto bajo de selva llamado chakruna. Nuestro cuerpo (que por sí mismo segrega DMT en cantidades muy pequeñas, por ejemplo cuando recién nacemos) posee la habilidad de neutralizar el efecto de la sustancia psicoactiva. Es decir: la chakruna por sí misma no puede provocarnos nada. La ayahuasca es la que posee la capacidad de bloquear las enzimas de nuestro hígado para que el DMT sea metabolizado con éxito.
Lo curioso es que la ayahuasca es la única planta de la selva (entre millones de especies) capaz de bloquear estas enzimas en nuestro cuerpo. ¿Cómo lo supieron los chamanes?
3. El chamán es el mediador entre el mundo visible de las cosas y el mundo invisible de las energías y los espíritus.
Mi chamán se llama Braulio y le conocí porque se me rompieron las gafas y tuve que encontrar alguien que me las arreglara. Y di con él. Era un hombre chiquito y moreno, con los dientes enchapados en oro y una mirada líquida (la de aquellos que saben muchas cosas pero no necesitan contárselas a nadie). Con él acordamos hacer una ceremonia en sus tierras junto al río.
No importa lo que le preguntes a un chamán, que siempre terminará respondiéndote lo que le venga en gana. Nosotros, los de fuera, venimos con tantas ganas de saberlo todo, de conocer lo que hay en ese otro mundo invisible que está ahí pero que apenas podemos tocar, que no paramos de lanzar preguntas como flechas. Sin embargo, los chamanes saben que cada uno debe encontrar sus propias respuestas y practican muy bien su papel de guía.
La misión del chamán es dirigir la ceremonia, esto es, llamar a los espíritus (especialmente al espíritu de la Madre Ayahuasca) para que nos curen con su sabiduría y nos muestren lo que tenemos que ver.
4. Todos los elementos naturales tienen un espíritu o ánima.
Para nuestra mentalidad occidental es muy difícil de aceptar que un árbol, una piedra, o algo incluso más intangible, como el viento o el océano o la montaña tengan un espíritu que les habita en cada una de sus partes. Sin embargo, la cosmovisión amazónica considera que cada elemento posee su propia ánima, con el que los seres humanos nos relacionemos en condiciones de igualdad (el fin del antropocentrismo occidental de que los humanos somos los dueños del mundo). En las ceremonias de ayahuasca son esas ánimas las que acuden para ayudarnos a “ver”. Bajo los efectos del DMT nuestra sensibilidad a lo invisible se potencia y somos capaces de intuir o incluso ver esos espíritus. Muchas veces reconocemos la figura de la vieja Madre Ayahuasca, una brujita de piel rugosa como la propia soga (su personificación en la Tierra). También es muy común que aparezcan la boa, la víbora y otras serpientes: son espíritus protectores de la selva. La forma que el chamán tiene de comunicarse con ellos es a través de sus ícaros o cantos (el lenguaje del Universo).
5. Es absurdo seguir pensando que el mundo invisible es una copia del mundo visible.
Las películas de fantasmas nos han sugerido que si vemos un espíritu nos encontraremos con una copia de su forma física, pero en versión semi-transparente. Nada más alejado de la realidad. Del mismo modo que el mundo visible y físico es muy complejo y está formado por millones de partículas, desde un átomo hasta una mega-estrella, el mundo invisible también posee jerarquías y formas propias, que nos cuestan mucho entender y aceptar. En mi experiencia descubrí que mi manera de notar o sentir las energías y los espíritus, especialmente durante las tomas y en el proceso de dieta, era a través de la piel: cosquilleos en las manos, sensaciones de incomodidad física, aires que pasan, etc.
6. Es muy importante dietar antes y después de la toma.
Como medicina, la ayahuasca posee sus propias instrucciones de uso. Una de las más importantes es cumplir con el proceso desde el principio hasta el final. Dependiendo de la zona donde tomes ayahuasca, los chamanes tendrán una manera distinta de prepararte para ello, pero siempre habrá una dieta que seguir. Esto es: abandonar productos “nocivos” o “fuertes” como la carne, la leche, el café, el alcohol, e incluso el azúcar un tiempo antes de la toma y también durante periodos que van de una semana hasta tres meses después de tomar. Esto sucede porque en la selva la ayahuasca se toma más como purga que como conector con mundos invisibles, es decir, para curar enfermedades del cuerpo (como puede ser una gastritis o incluso un cáncer). La dieta, por tanto, prepara nuestro cuerpo para llegar lo más limpios posibles al encuentro con la planta.
7. La dieta más dura es la dieta humana.
Durante el periodo de reposo después de tomar, el chamán te indicará el tiempo que debes estar sin ver, hablar, tocar ni por supuesto mantener relaciones sexuales con otra persona. Es sencillo: a través del contacto físico vinculamos nuestras energías y es contraproducente, después de una “purga” o ceremonia de limpieza como ésta, que otras personas que no han tomado (“que no se han limpiado”) estén cerca de nosotros.
Para romper la dieta (tanto la de alimentos como la de sexo) se sigue un procedimiento que se llama “mapachear”. Consiste en inhumar los alimentos o a tu pareja con el tabaco de selva o “mapacho” con el objetivo de limpiarlos y de protegernos. El ánima del tabaco es protector y está muy presente en todas las ceremonias rituales de la selva (también es un potente vomitivo).
8. Se pasa mal, se pasa bien, se disfruta, se teme, se vomita, se sana.
La experiencia con la ayahuasca es integral y con toda probabilidad te provocará emociones muy diversas y contradictorias en una misma toma. La ayahuasca nos remueve por dentro y saca a la superficie cosas que nos gustan de nosotros mismos, y también problemas o traumas que tenemos bloqueados. Es importante no pensar en esto en términos de “bien” y “mal”, sino como parte de una sanación completa. El chamán siempre está ahí para guiarte y para que no pases miedo. Elígelo bien: ha de ser de confianza.
9. La ayahuasca no es una atracción turística.
Aquel que quiera tomar ayahuasca para divertirse, que se abstenga y elija otra sustancia. Por toda la selva hay estafadores que venden ayahuasca en botellitas para que cada cual lo consuma a su modo. Por favor, no lo hagas. La presencia del chamán es crucial, así como una actitud de respeto hacia la medicina, la cultura amazónica y a nosotros mismos.
10. Existen muchos testimonios, muy interesantes, de las búsquedas que emprenden los seres humanos a través de esta medicina.
Por ejemplo, las Cartas de la Ayahuasca, un libro que reúne la correspondencia entre los beats norteamericanos William Borroughs y Allan Gingsberg sobre su viaje por la Amazonía profundizando en la toma de ayahuasca o yagé (es también un hermoso libro de viajes y búsquedas).
11. La verdadera enseñanza es solo una.
El amor. Por muchas preguntas que tengas que hacerle a la planta, por muchos problemas que quieras solucionar, por muchos traumas que quieras superar, la lección que te enseña la planta es la única: si vivimos a través del amor (el amor incondicional por todo lo que existe, si nos sentimos parte de ese Todo) estaremos viviendo en armonía con el Universo.
Este artículo fue actualizado por última vez el 21 de septiembre de 2019.