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11 defectos de los valencianos que al resto del mundo le gustaría tener

Valencia
by Vicent Marco 23 Jul 2018

1. Llevamos la fiesta en las venas

Eso sí que es un defecto ventajoso, la fiesta nos persigue y, por mucho que intentemos evitarla, llena nuestras calles y nuestras plazas. Cualquier excusa es buena para montar un sarao y por ello destacamos en cualquier evento como “el alma de la fiesta”. Gente de todo el planeta: si queréis montar una buena, avisad a un grupo de valencianos, veréis qué rápido nos liamos.

2. Improvisamos demasiado

Igual lo dejamos todo para última hora y no somos muy previsores, lo cual también tiene su lado positivo: somos expertos en improvisar. Es posible que para organizar algo con meses de antelación sea mejor buscar a otro, pero si tienes una crisis de último momento, seguro que el valenciano te lo soluciona.

3. Sufrimos en exceso

Especialmente las madres y las abuelas valencianas son de mucho patir. Se preocupan sobre todo porque siempre estemos bien alimentados y bien protegidos contra el frío. Así que nos llenan de fiambreras la nevera y de bufandas el cuello, y eso que aquí frío hace más bien poco. Pero oye ¡y lo bien cuidados que estamos!

4. Somos un poco paella-intolerantes

Que si no se nos puede dar de comer arroz, que si nos sulfuramos cuando nos mencionan la receta de la paella, que si nos entra un ataque de ira cuando vemos un trozo de chorizo. Somos muy intolerantes con el arroz con cosas, pero ya le gustaría al resto del mundo mundial hacer los arroces y paellas que hacemos por aquí.

5. Somos pasotas con las cosas importantes

Nos encendemos con los ataques a la paella o a la horchata, pero tenemos fama de tomarnos las cosas importantes un poco a la ligera, de ahí que no montemos muchos cirios con el tema de la corrupción y tal. Pues oye, ser un poco “meninfots” nos ayuda a tomarnos la vida con más filosofía. Que al final la vida son cuatro días y aquí sabemos disfrutarlos como en pocos sitios.

6. Nos gusta bastante el fuego

Hay que hacer una hoguera ¡que la encienda el valenciano! La verdad es que tenemos amor por el fuego y por la pólvora. Así de bonitas quedan luego nuestras fiestas llenas de petardos, tracas y fuegos artificiales. Expertos en hacer torràs y cocinar con leña, nuestra habilidad con el fuego nos permite jugar con ventaja alrededor de cualquier chimenea.

7. Discutimos por cualquier tontería

Durante generaciones hemos cultivado el arte de discutir, simplemente por llevar la razón. Desde el Tribunal de las Aguas a las tertulias a la fresca o las partidas de dominó en el Casino Musical, en cualquier lugar nos encontrarás discutiendo o, como decimos por aquí, raonant. Que no es otra cosa que discutir por discutir sin que llegue nunca la cosa a mayores.

8. Tenemos el volumen de voz al máximo

Esto sí que puede llegar a molestar a los oídos poco habituados a los sonidos altos. Los valencianos cuando se juntan no hablan, gritan. Tal vez nos hemos quedado sordos de tanto petardo, tal vez sea porque estamos acostumbrados a hablar con la música de nuestras bandas de fondo, pero el volumen de los bares valencianos es digno de estudio.

9. Podemos ser un poco “malquedas”

«¡Tenemos que quedar a tomar un café!», decimos convencidos, y luego ese café no llega nunca y la otra persona tal vez se moleste. Pasa a menudo eso de comprometernos vagamente a alguna cosa y que alguien de fuera se tome en serio nuestra promesa. Pero oye, no es que no queramos tomarnos ese café, es simplemente nuestra forma de hablar.

10. Somos bastante presumidos

Si vas a una boda en Murcia y a una en Valencia verás la diferencia. Aquí hay mucha inversión en peluquería, maquillaje, gimnasio, y otras maneras de cuidar la belleza física, de ahí que seamos los que más operaciones de estética nos hacemos de Europa. Luego tenemos fama de guapas y guapos, y entonces ya merece la pena eso de que “para presumir, hay que sufrir”.

11. Tenemos pánico a la lluvia

No es que no queramos que llueva, al contrario, que llueva es maravilloso, simplemente que cuando llueve nos encerramos en casa porque no estamos acostumbrados a que caiga nada del cielo. Cancelamos planes, dejamos de salir a la calle y si lo hacemos es en coche, porque el agua nos es extraña y no sabemos convivir con ella. Además cuando llueve lo hace a lo grande, así que mejor estar prevenidos y no arriesgarnos a que nos pille una riada.