1. Encontrar un asiento en el metro.
¿Hora pico, dicen? ¡Más bien semana pico! Siete días después de mi llegada a la Ciudad de México no ha habido una sola ocasión en la que haya podido hacer un recorrido sentada, ni siquiera en el vagón de las mujeres. Pero por más que me queje, no niego que la tapatía en mí envidia el transporte público de la capital y añora el día en el que decidan instaurar uno igual en Guadalajara.