No hay duda. Tener la aprobación de su santa madre es el primer paso a un matrimonio pacífico y armonioso. La madre mexicana generalmente tiene el verdadero poder en la familia.
Entonces has empezado a abusar de palabras como ahorita, gracias y sí, para evitarla.
Los mexicanos son mucho de usar apodos, especialmente con sus seres queridos. Tu marido nunca te llama por tu nombre, mejor te dice amor, corazón o vieja. Esto aplica también con su familia, quienes ahora te llaman sobrina, nuera o prima. Sin duda también sus amigos tienen un apodo para ti solita.
Los mexicanos son conocidos por besuquear sin pena y gustan de caminar agarrados de la mano con su pareja. Esto no cambia después de casarte.
Cuando sales de fiesta con los amigos de tu esposo, la noche no se acaba antes de las 6 am. Después viene el desayuno grupal para la cruda y ¡tal vez un poquito más de bebida!
Tu marido te ha presentado la comida mexicana «de a deveras». Nada de burritos y fajitas, sino tacos, chalupas, molotes ¡y todo lo riquisidemás!
No sólo hablas el español de México, también conoces toda la jerga popular, y ahora en vez de decir «¿Qué pasa?», dices «¿Qué pedo?» y usas palabras como chingar, cabrón y cagar a la perfección.
Nunca fuiste fan del picante, pero ahora no puedes vivir sin él. Tu lengua ya disfruta de tanto picante como un mexicano natural, y eso señorita, habla muy bien de ti.
Para evitar ser víctima del «horario mexicano», debes programar tus citas con al menos treinta minutos más temprano de la hora que realmente deseas para encontrarte.
La familia es primero en la vida de un mexicano (después es la comida). Tu vida social ahora se basa alrededor de ella. Cada domingo es familiar. Siempre tienes alguna especie de comida con tus suegros o algún tipo de reunión familiar. Puede sonar intimidante al principio, pero no hay nada más maravilloso que el sentido de comunidad que se vive en una gran familia mexicana.
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