Mi viejo me enseñó desde chiquito que estaba muy mal generalizar, hablar de alguien o de algo sin haberlo conocido directamente. Desde entonces, nunca fui partidario de ningún tipo de generalización, mucho menos cuando hay personas de por medio. Como decía el viejo: “¿A vos te gustaría que porque tu compañerito de clase se hace caca encima todos digan que vos te enchastrás antes de llegar al baño? Bueno, entonces no generalices… Ahora andá y limpiate los pantalones que sos una vergüenza, Manuel. ¡Será posible que hoy en día todos los nenes tengan que hacerse encima! ¡Todos!”.
Por todo esto, este autor se compromete a no usar (jamás) frases generalizadoras del tipo: (a) Las mujeres son todas unas histéricas; (b) Las suegras son siempre unas jodidas; (c) Los italianos hablan a los gritos; (c) Los judíos son muy buenos para los negocios; (d) Los chinos son todos petisos; (e) En las verdulerías siempre te cagan algunos centavos; (f) Los comunistas son todos unos violentos; (g) El matrimonio está bueno solamente la primera semana; (h) Los políticos son todos corruptos; (i) Los yanquis solo comen comida chatarra; (j) Los musulmanes son terroristas; (k) Las rusas están todas buenas; (l) Todos los nenes de primaria se hacen caca encima.
Hecha esta aclaración, permítanme compartirles algunas generalizaciones sobre ‘el cubano’ producto de mi última visita a Cuba:
Intermedio
Intermedio
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*Este artículo fue publicado originalmente en Experimento Vida y se reproduce aquí con permiso del autor, a quien pertenecen tanto el texto como las imágenes.