1. No hay acento que se resista al poder de Sinaloa
Sea del lugar que seas, hables el idioma que hables, vas a acabar adoptando ese acento golpeado y cantarín tan característico. Y antes de lo que te imagines, cambiarás el “chido” por “chilo” y comenzarás a hablarle a tus amigos de “morros” o “plebes”.
2. Ladramos pero no mordemos
Somos sinceros, directos, malhablados y no nos andamos con cuentos ni medias tintas. Esto puede intimidar un poco a quien ha crecido en el centro del país y está acostumbrado a que le endulcen el oído, lo que rara vez pasa en Sinaloa. Aquí las cosas suelen ser “al chile”. Eso sí, en poco tiempo verás las ventajas de decir lo que uno piensa sin filtro y se te hará más sencillo el trato con los demás.