1. A los políticos españoles.
No es que nos encante odiarlos, simplemente no nos dejan otra opción. Nunca nos gustaron nuestros políticos, pero la crisis desde luego no ha ayudado. Los políticos españoles parecen vivir en un país distinto, uno en el que la crisis ya ha acabado y en el que la gente es optimista. Viven también en un país en el que pueden ser corruptos, pagar sus lujosas vacaciones con dinero público y acabar con los jueces que se atrevan a investigarlos. Escuchar a los políticos negar cosas innegables cada día hace que sea muy fácil odiarlos. A nadie le gusta ser tomado por idiota.