1. La chorcha
En más de una ocasión me han comentado que los tapatíos no nos distinguimos particularmente por nuestra amabilidad (o sea, que somos medio mamones). A mí me gusta pensar que no es así, pero lo que sí es cierto es que cuando se trata de entablar conversaciones con la persona que se encuentra adelante de la fila o de matar el tiempo con el que está al lado de ti en el camión, como los chilangos no hay dos. Con una sangre liviana y una labia nata, los capitalinos se llevan de calle a los tapatíos en eso de las conversaciones casuales bajo cualquier circunstancia.