1. El límite de equipaje
Los mexicanos somos tilichentos por naturaleza. No vaya a ser que no empaquemos la bufanda que nos tejió la abuelita para nuestro decimotercer cumpleaños o el vestido de cocktail en caso de que el príncipe Harry nos invite a cenar al palacio de Buckingham. Además, no podemos dejar un país sin llevar con nosotros dieciocho recuerditos de la torre Eiffel para regalarle hasta a nuestro tío abuelo segundo. Por eso, no es muy raro encontrarnos discutiendo en los mostradores de cualquier aerolínea y asegurándole al agente que seis kilos de exceso de equipaje no son tantos.