1. Los camiones son un deporte extremo
Para ser justos, cuando pedimos la parada una cuadra antes y el chofer no sólo nos ignoró deliberadamente, sino que manejó con la puertas medio abiertas durante varios minutos, mi novio europeo se lo tomó con bastante humor. Lo vio más como una montaña rusa y menos como un atentado contra su vida.
Lo que sí le sorprendió fue que tanto los horarios, como los mapas de rutas y las paradas oficiales brillaran por su ausencia. Me abstuve de llevarlo en un recorrido turístico a bordo del 380 porque no quería comprometer su dignidad. A final de cuentas, el extranjero en cuestión consideró el transporte público como una atracción tapatía más.