1. Todo pica.
El cuerpo ya no aguanta igual. Después de año y medio de estar privada de mi botella favorita de Valentina —etiqueta negra, por supuesto— comencé a perder resistencia contra el chile. Y aunque parezca, no es albur. Ahora cada que como algo con el más mínimo rastro de picante, me pego unas enchiladas de trompa que ponen en vergüenza mis orígenes mexicanos.