No se precisamente de dónde surgió la primera pasión que tuve en mi vida. No hablo de viajar – eso vino después, quizá hasta como una consecuencia lógica. Hablo de leer, esa añeja costumbre que parece estar en desuso.
En mi casa jamás hubo una biblioteca respetable. Mi mamá no es lo que se dice una ávida lectora y mi papá orientó su vida hacia los números y los cálculos. Yo aprendí a leer de muy (pero muy) chica, incentivada por padres jóvenes y estudiantes que debían saciar mi rápido aburrimiento y mi eterna etapa de porqués.