Poco se puede decir que no se haya dicho ya de la figura de César Manrique. Es por ello que a veces como conejero tengo la impresión de que a César se le da un poco por sentado. Pareciera que se nos olvida la importancia que tuvo su presencia y trabajo, hoy más si cabe, en el impulso de una forma de pensar y ver las Islas Canarias no sólo como lugares paradisíacos que podían explotarse económicamente, sino también como un lugar que podía inspirar y acoger corrientes, tendencias y obras de arte de talla mundial. Desde la humildad, respeto y cariño que tengo por la figura que defendió la tierra que me crio, trataré de resumir malamente lo que le hacía de él todo un visionario.
1. La defensa del paisaje
Manrique fue un promotor y defensor acérrimo de la sostenibilidad y el paisaje en tiempos en los que no había ni conciencia sobre el tema, hecho que hizo que durante muchos años se le tuviera como una persona que vivía desencajada del mundo. Solía decir “soy un contemporáneo del futuro” para expresar su visión y el camino que le quedaba por recorrer a la propia isla. Una de sus máximas pasiones era mantener inalterados los bellos paisajes de Lanzarote, para los cuales luchó duramente para librar de vallas publicitarias, algo que a día de hoy se ha convertido en un sello de identidad de la isla. Donde otros veían zanjas, descampados y piedras, él veía belleza que debía ser preservada.
2. La aplicación del arte a la vida
César probablemente nunca ganó ningún galardón internacional de arte porque sus obras maestras no podían transportarse ni cabían en ningún museo de arte contemporáneo. Manrique veía el arte como algo que debía coexistir con la vida diaria de las personas, rehuía del arte que únicamente podía articularse como meros objetos de exposición, expuesto en museos, resguardado de las miradas casuales. El arte debía también envolver nuestros quehaceres diarios ya fuera como obras arquitectónicas, formando nuestras viviendas y edificios públicos, decorando nuestras rotondas y carreteras, realzando los elementos característicos de nuestra tierra como el sol y el viento en búsqueda de un equilibrio entre la belleza artística y la natural, otorgando una identidad propia tanto a la obra como al lugar donde estuviera ubicada.
3. Diseño de un turismo sostenible
Su faceta activista y rebelde no pudo estar más representada que en su lucha contra la especulación turística y el auge de la construcción desmedido que se dio en los años 70 y 80 buscando explotar el potencial económico de la isla. Para César, Lanzarote debía ser un nuevo referente turístico a nivel mundial que combinara el arte y la ecología, porque si se copiaba el modelo turístico de otros lugares, ¿por qué iba la gente a venir hasta aquí? Para ello diseñó los Centro de Arte, Cultura y Turismo, auténticas obras de arte vanguardistas que se funden en el entorno de la isla y nos permiten descubrirla de una forma única.
4. El cariño hacia de las tradiciones y su preservación
Al regresar de Estados Unidos en los 60, Manrique empezó su campaña de sensibilizar a la gente de la isla de Lanzarote para que respetaran el estilo tradicional de arquitectura conejera. Explicó a sus paisanos que no debían derribar las casas o reformar sus partes en mal estado para modernizarlas o ampliarlas usando aluminio en vez de madera. También fomentó el respeto a los códigos de color clásicos, casa blancas con carpintería azul si se encontraban a menos de 300 metros de la costa y verde para las del interior, manteniendo un sello de identidad arquitectónico que ofrece una bella homogeneidad y equilibrio que todo visitante y habitante es capaz de apreciar a diario.
5. Su mayor obra
El hecho de que la mayor obra de César no sea otra cosa que la isla de Lanzarote es un testimonio de su ambición y visión de futuro. Aunque no libre de constantes amenazas, su legado perdura en el trabajo de sus herederos y la fundación que lleva su nombre así como en las generaciones que desde entonces se han criado en Lanzarote y como yo, sólo son capaces de entender la envergadura de su trabajo cuando salen de la isla y ven que la belleza y armonía que los ha rodeado durante toda su vida no es algo tan anodino ni común como pudiera parecer. Descubrir que su filosofía puede verse y tocarse, capaz de calar en las personas sin necesidad de decir ni una palabra y que su mayor regalo es habernos enseñado lo importancia de defender lo maravilloso que es vivir aquí. Y por ello, darle las gracias.