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Cómo hacer enojar a un colombiano

Colombia
by Jessica Smith Soto 3 Jan 2014
Escríbelo mal.

Hay una diferencia entre “Colombia” y “Columbia”. No viví adentro de una marca de ropa de aventura, viví en América del Sur. Es un insulto para todos los colombianos que uses la “u” en vez de la “o” al nombrar a su país. Un amigo colombiano le escribió enojado al consulado de Francia para pedirles que el link “Columbia” de su página web sea cambiado. A pesar de que lo cambiaron, temo que nunca entenderán el gran agravio que su error representó.

Cada colombiano te puede contar por lo menos una historia sobre algún “auténtico” menú o evento “cultural” en la que su país no estaba escrito correctamente.

Pregunta si tienen cocaína.

Si, es cierto, hay una gran cantidad de cocaína producida en Colombia. Pero la mayor parte se vende y se consume fuera de este país. Cada colombiano ha pasado por la situación de que le pregunten si trae cocaína encima. Sin embargo, en los seis meses que pasé allí jamás vi siquiera un gramo de perico (apodo local para la droga).

Muéstrate apurado.

Los colombianos creen que estar apurado es una mala actitud. Si, ve a tus reuniones; si, llena tu agenda de cosas para hacer; si, la vida pasa volando. Pero no te comportes como si siempre tuvieses que estar en otro lugar. A los colombianos les gusta tomarse su tiempo. La vida diaria tiene un ritmo lento, aunque a nativos de otras culturas esto les puede parecer una pérdida de tiempo. Los colombianos no se apurarán: creen en la calidad y en que el tiempo no es un problema. Mostrar que estás apurado es un insulto para los que te rodean: ¿es que acaso las personas que están aquí y ahora contigo son menos importantes que aquellas con las que te reunirás después?

Siempre tienes tiempo de detenerte y decir “hola”; es mucho más ofensivo pasar por al lado de alguien sin saludarlo porque estás apurado que llegar tarde.

Di que amas los tacos y que tienes un sombrero en casa.

A muchas personas que no son de la región les encanta generalizar sobre los países de habla hispana. Aunque jamás he escuchado decir que Nueva Zelanda, Irlanda y Canadá comparten la misma cultura, literalmente he escuchado decir que “México, Colombia y España son básicamente lo mismo”.

Los colombianos están orgullosos de su cultura y es degradante asignarles la de alguien más.

Di que “no”.

Los colombianos aprenden desde pequeños a lidiar con cosas que no quieren hacer. Una vez, cuando me negué a bailar con alguien en un evento cultural, un amigo me dijo –horrorizado- que simplemente “¡no debes decir que no!”. Para los colombianos no vale la pena herir los sentimientos de alguien solamente porque no tienes ganas de hacer algo. Son entrenados, desde su nacimiento, a remarla en circunstancias no deseadas.

No es que aceptan grandes cosas como matrimonios o la compra de una casa si no lo desean, pero para pequeñas cosas que no hacen daño, los colombianos siguen la corriente. La única vez que escuchaba a algunos colombianos decir que “no” era cuando les preguntaba si un evento o reunión iba a tomar un largo tiempo (cosa que sí terminaba sucediendo de todas maneras).

Comienza una conversación sobre Pablo Escobar.

Muchos colombianos no quieren ser asociados con alguien que es considerado una deshora para su país. Hablar de él es complicado. Como extranjero, no puedes ignorar el daño que el lord de la droga ha causado, pero tampoco estás seguro sobre cómo sacar el tema. Necesitas una suerte de balance zen en el que sabes sobre él pero no lo mencionas. El dolor que Escobar generó en Colombia, la violencia que ocasionó y la cantidad de personas inocentes que se vieron directamente afectadas son todos recuerdos trágicos y aún muy frescos.

Cuando mencioné, sin darle mayor trascendencia, que estuve cerca de la supuesta casa de fin de semana de Escobar, debí escuchar un sermón sobre por qué él no es una atracción turística, que es un hijo de puta, y que nadie, nunca, debería rendirle ninguna clase de tributo.

Tampoco digas “si, entiendo”. Quizás hayas leído sobre el tema. Quizás hayas visto fotos. Quizás recuerdes notas periodísticas al respecto. Pero a menos que hayas estado ahí, con miedo constante tanto de salir como de quedarte en tu casa, no lo “entiendes”.

Espera “exclusividad” de tus amistades.

En muchas culturas, cuando invitas a alguien a una fiesta o a un evento, solo viene esa persona. Para los colombianos, no solamente debes invitar a quien quieres que venga, sino que también debes tener en cuenta que traerán a la gente que ellos quieran invitar. Siempre habrá algún amigo que trae a la pesada de la novia, o una chica que aparece rodeada de su enjambre usual de gente. No es fácil. Los colombianos no son exclusivos, así que si los invitas, también estarás invitando por default a la gente que ellos quieren tener alrededor.

Los colombianos también tienden a auto-invitarse a tus planes. Es una cultura que valora lo comunitario, así que es grosero excluir al otro. La inclusión es una marca registrada de los colombianos, y dejar afuera a alguien es uno de los más grandes insultos que puede hacerse. Simplemente no se les cruza por la cabeza que quieras viajar o salir a correr solo.

Habla de Colombia como si fuera un país tercermundista.

No lo es. Es un país recientemente desarrollado o, en otras palabras, una economía en vías de desarrollo. Bogotá es una de las capitales más importantes de América del Sur, y Colombia tiene tanto teléfonos celulares como refrigeradores. ¿Hay áreas aún no “desarrolladas”? Si. Pero no le quites importancia a una región que no es lo que tú considerarías “avanzada”.

Colombia posee una gran biodiversidad y gran parte de ella está protegida. Es intencional que los árboles y los animales aún vivan en sus hábitats naturales. Lo que tú llamas “desarrollado” quizás sea, para otras personas, “dañado” o “arruinado”. Puedes vivir en una playa y dormir en una hamaca, o puedes vivir en un moderno departamento urbano, todo dentro de la misma Colombia. Así que no preguntes si la gente se transporta en mula al trabajo o si usan al café como moneda de pago.

Admite que no bailas.

Sí que bailas. Los colombianos no tienen miedo de moverse y expresarse. Si dices que no bailas, te lo advierto: le has dado la mejor excusa a cada colombiano que te cruces en ese lugar para probarte que sí, que de hecho puedes bailar: “¿Cómo que no bailas? ¡Venga!”. Mientras que para los foráneos puede ser intimidante estar en una fiesta en la que todos se mueven agraciadamente, los colombianos simplemente se dan cuenta que si todos los demás están bailando atraerás más atención si eres el único que no lo hace.

Si realmente no puedes bailar, tienes algunas pocas opciones. Puedes pasar una gran parte de tu tiempo en el baño, tomar y mantener tu copa llena (el tema es que si se trata de aguardiente, te aseguro que terminarás bailando), o pretender que has visto a un famoso e ir detrás de él: ¡No puede ser! ¿Ese era Juanes? La otra opción es participar de actividades que no involucren la danza, como las reuniones de negocio y las maratones.

Niégate a ayudar.

Los colombianos te harán grandes favores. Llamarán a sus contactos y buscarán darte una solución a tus problemas incluso si no sacan ningún provecho personal. Una vez me quedé afuera de mi departamento, y un amigo de mi roommate se ofreció a que un amigo suyo fuera hasta su casa, buscara la llave extra y cruzara la ciudad en auto para traérnosla. Me avergonzaría pedirle este tipo de cosas a mi mejor amigo en Estados Unidos, ¡imagínate cómo me sentí cuando le pidieron favores a gente que ni conozco para mi beneficio!

Los colombianos ofrecerán su ayuda y la de otros sin pensarlo dos veces. No esperan una retribución económica –para ellos esto es lo normal. Pero sí esperan que les devuelvas el favor cuando necesiten una mano. Así que desinteresadamente te ayudarán a mudarte, pero quizás un día te pidan que sus parientes que están de visita se queden en tu nuevo y espacioso departamento.

Llámalos con una versión agringada de su nombre.

Para los colombianos sus nombres son sagrados. Son comprensivos si no los pronuncias bien, ya que no todos pueden hacer sonar la “r” como corresponde en español, pero por lo menos haz el intento y no uses la versión en inglés.

No le digas “Andrew” a un Andrés, “Anthony” a Antonio o “Alexandra” a Alejandra. Ni siquiera intentes con la variante anglosajona de la pronunciación de su nombre, como /lora/ para Laura.

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